viernes, 4 de marzo de 2011

EL CASO BALLESTEROS.

POR: RAUL PACHECO BLANCO.

Ramón Ballesteros había sido hasta ahora un niño precoz . Hizo sus estudios en la Universidad Autónoma de Bucaramanga, en donde se graduó de abogado., para luego tomar en dirección hacia la política, que parecía ser el motor central de sus actividades. Y le fue muy bien. Se convirtió en el hombre de confianza de Horacio Serpa Uribe y eso le ayudó para ir escalando escaños en las jerarquías del partido en Santander y luego a nivel nacional. Fue tanta su notoriedad, que suscitó la envidia de sus copartidarios cercanos al jefe, quien lo había nombrado su edecán, su hombre de confianza. Así que es un auténtico producto de las canteras serpistas. Con esas credenciales llegó hasta la dirección nacional del partido liberal, que no había conocido entre sus directivas a nadie de su edad. Era allí un niño entre los doctores. De ahí que cuando le llegó el turno de ocupar la presidencia de ese directorio, no lo dejaron por su escaso roce político, antes de aventurarse a que su falta de madurez los llevara quien sabe dónde. Luego aspiró a los cuerpos colegiados, pero no le fue bien. Y empezó a perder el apoyo del jefe y por su falta de calado entre el pueblo liberal, no pasó de allí. De ahí que resolvió cambiar de actividad. Y fue columnista del diario Vanguardia Liberal, en donde no trataba sino temas que tuvieran que ver con el aspecto electoral de su partido. Es decir, como apoyo para su labor política , sin un criterio periodístico. Se dedicó al ejercicio de la profesión, con tanto ímpetu , que escogía todos los casos sonados para meterse por allí y lograr el contacto de los medios para su proyección profesional. Por eso se dedicó a defensas como la de Yidis Medina, que lo vino a lanzar al estrellato mediático. Y luego el caso de Gil, el fundador de Convergencia Ciudadana y dueño de un emporio de empresas de la salud. Pero empezó a ser vulnerable y se dejó tentar del éxito fácil y sobre todo, del arreglo de pruebas que no le habían enseñado en su Universidad. Y viajó a Estados Unidos con fines proditorios para comprar esos testimonios necesarios para sacar a su cliente de la cárcel . Y cayó en las garras de la Dea y le filmaron su ofrecimiento de dinero a cambio de forzar la verdad. Y ahí cayó redondo. Y se llevó por delante la noble profesión de abogado y todavía más : ensució algo tan sagrado como la cátedra universitaria, que es como entrar a un templo. Carlos Restrepo Piedrahita, quien desgraciadamente no fue su profesor , una vez que entré a saludarlo a su despacho en el Externado de Colombia, a sus noventa años, me dijo : lo dejo porque entro en cátedra. Es decir, como si entrara a orar o a presidir un rito sagrado. O a asistir a un éxtasis. De esto no tiene ninguna responsabilidad ni la Universidad Autónoma de Bucaramanga, ni el Externado de Colombia, donde fue su profesor. Un profesional así no merece el título de abogado y menos de profesor universitario.

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