Por : RAUL PACHECO BLANCO:
Nunca sospechó el biólogo austriaco Gregor Mendel que sus modestos descubrimientos hechos allá en los jardines de algún convento agustino, irían a repercutir en semejante forma andando el tiempo y, sobre todo, que se llegaran a desnaturalizar.
Desde Parménides y Heráclito se había observado, que “ todo fluye”, que “nadie se baña dos veces en el mismo río, pues la segunda vez ni el río, ni yo somos los mismos “. Mucho más adelante Mendel se dedicaría a investigar qué resultaba de los cruces entre las plantas, buscando se enriquecieran en la fusión con otra y resultara de allí algun contenido más sólido en todos los sentidos.
Es lo que modestamente hemos llamado injertos, para referirnos a lo que hacen las señoras en su jardín, es decir, realizar cruces de especies para ver qué resulta de allí. Esto es lo que han hecho ahora los magistrados dedicados a la administración de justicia con relación a la justicia misma, a la cual la han tratado de vaciar de su naturaleza de equidad, de equilibrio, de legalidad, de constitucionalidad , para llenarlo de otros intereses que nada tienen que ver con su propia naturaleza, como lo son la política, el poder, la comercialización, el provecho personal. Antes un magistrado, era un magistrado. Desde la misma universidad se especializaba para ingresar a la carrera judicial, jubilarse o morir en ella, sin que le tentara nada distinto a ese ejercicio de la justicia. De pronto, con buenas intenciones, Laureano Gómez empezó a labrar ese destino cuando nombró como su ministro de Gobierno al entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, Domingo Sarasty, para meterlo de bruces a la política, sacándolo de su elemento natural y poniéndolo a trabajar en otra materia totalmente distinta para la cual no estaba formado. Laureano Gómez precisamente quería aportar un elemento nuevo en la politica, que era una persona incontaminada, llena de sabiduría, de equilibrio, de ponderación, para que tratara de apaciguar el bronco oleaje de la política. Pero no fue afortunado el experimento, pues ni el doctor Sarasty pudo sanear el ambiente político, ni el país ganó un nuevo líder. En cambio, abrió el camino para que los magistrados empezaran a encontrarle el ”gustico” a la política. Ahora los magistrados le meten de todo a la justicia, por una parte, no le dedican el tiempo suficiente a sus sentencias, porque la jurisprudencia es producida por sus asesores recién salidos de la universidades, mientras ellos están en sus clases desde tempranas horas de la mañana hasta bien entrada la tarde.
Le han metido política, de la buena y de la mala, porque por una parte tejen jugadas con sus sentencias para producir determinados efectos, que puedan ser rentables políticamente más adelante y por la otra, intercambian cargos con otros despachos,
colocan a sus parientes y amigos aquí y allá.
Le han metido poder, porque la misma constitución les ha abierto el paso para pasar de la rama judicial a la ejecutiva, o a la legislativa, convirtiéndose en lideres políticos como es el caso de Carlos Gaviria, jefe del Polo Democrático y candidato presidencial, o de José Gregorio Hernández, ,quien fuera candidato a la vicepresidencia y ahora está dedicado a la política.
Le han metido comercialización, porque ahí ha estado presente el escándalo de las vinculaciones con un célebre narcotraficante de magistrados de una de las Cortes. Es decir, los magistrados han convertido la justicia en un producto transgénico, sujeto a toda clase de injertos y de combinaciones, que han terminado por desnaturalizar algo tan sagrado como la justicia.
viernes, 27 de marzo de 2009
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