viernes, 12 de octubre de 2007

ENTRE PABLO Y VIRGINIA SE INTERPONIA ESCOBAR

POR: RAUL PACHECO BLANCO

Que alguien se gastara dos millones de dólares solo en gasolina, para tener el placer de pasar con ella un fin de semana, era de por si subyugante, enamorador. Por eso se enamoró de Pablo, a quien amó y ama, pues mírenla en televisión, al borde de las lágrimas, evocando su recuerdo, más no así a Escobar, el capo, a quien odia por malo, pervertido y devastador. Él siempre recibió favores, atenciones y cariño de Pablo, de Escobar nunca, ¡no faltaba más!. Pablo era un aristócrata como ella, solo que mal nacido, no en el sentido de que su cuna fuera estrecha por la pobreza, y la escasez de casta, no, sino porque su madre le dío a luz en un sitio bastante lejano de el Poblado, donde nace la gente. Por eso ella guardaba las distancias con Escobar, mientras que Pablo tenía entrada libre a sus encantos que se riegan por todo el cuerpo, adornado además de un talento poco común para conocer la gente, para tratarla. Ella precisamente fue quien le abrío la puerta de la publicidad a Pablo, mientras que Escobar lo esperaba afuera, lejos de la pantalla que siempre enfocaba a Pablo, nunca a Escobar. Si no es por ella Pablo hubiera pasado desapercibido de la aristocracia de Medellín y no hubiera podido vender sus fincas y mansiones, a un precio con el agregado espiritual de sus apellidos, su clase y su dinero. Nunca vió a Pablo en malos pasos, por ejemplo, planeando el asesinato de Luis Carlos Galán, eso fueron cosas de Escobar, a quien odia y detesta con toda el alma. Los embarques de coca nunca los hizo Pablo, jamás. Los hacía Escobar a espaldas tanto de ella, como de Pablo.
Ahora modula su voz ante la pantalla, como lo hacia cuando era presentadora de televisión, solo que no lo hace con el tono festivo de antes, sino velada por la brisa del mal tiempo que le llega a los ojos, aumentando el caudal de sus lágrimas, ante el recuerdo de Pablo, a quien adoraba, precisamente hasta las lágrimas, pero detenidas al borde de sus ojos, por el espectro de Escobar, a quien temía.
Jamás le pidió nada a Pablo, porque todo se lo daba, a manos llenas, pues nunca un indio es más agradecido que cuando le blanquean su ancestro aunque sea por un rato y luego renieguen de su apellido, más no de su nombre. Nosotros tambien amamos a Virginia, la veneramos por su belleza y por su talento, pero desgraciadamente Vallejo la llevó por caminos escabrosos borrando con el codo lo que su mano grácil de diosa había hecho. Nos quedamos en la escalerilla del avión de Pablo, esperándola, para un vuelo de ensueño, pero desgraciadamente Escobar dinamitó hasta la caja negra de los aparatos que van al cielo y vuelven , mientras Vallejo se quedaba en la tierra y encima despreciándonos siempre, en tanto que Virginia entregaba hasta la dignidad a Pablo, el gran capo.

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