jueves, 26 de abril de 2018

LA CRISIS DE LOS DIARIOS


POR: RAUL PACHECO BLANCO

La crisis de los periódicos está cantada desde hace rato, la tecnología lo invadió todo y en materia de información se imponen los medios virtuales como el internet que ha acabado con la soberanía de los países y de paso con los diarios en papel. Afortunadamente ya se han dado pasos importantes como el que dio El New York Times, que cobra por la lectura de su edición virtual, como ya lo está haciendo la revista Semana, que tiene con candado su material de lectura y solo lo permite a  sus nuevos suscriptores.

Uno se da cuenta de diarios como el Tiempo de Bogotá, que unos años atrás se daba el lujo de rechazar publicidad, sencillamente porque no tenía más espacio, ahora sus páginas parecen un desierto donde de pronto aparece un aviso, y pare de contar.

Ya se habla de inmensas pérdidas, sin que se vean respuestas positivas que enderece el mercado. Eso fue previsto en forma muy sabia por la familia Santos, que se apresuró a vender cundo se venían los primeros coletazos. A esto le podemos agregar, la huida de los eternos suscriptores por el cambio de dueño y de orientación política.

Son  explicables las reacciones  de personas como Abdón Espinosa, acostumbrado a su viejo periódico liberal, al tomarlo en sus manos en la nueva diagramación con el nombre en color azul, como si se tratara de El Siglo. Esto es muy duro.

El caso de El Espectador también es diciente. De ahí que en su edición del domingo se desquite, cobrando por ejemplar más que el Tiempo y además, dedicar medio periódico a la publicidad más barata.

 Menos mal que los dos periódicos pertenecen a los empresarios más ricos de este país y pueden darse el lujo de absorber pérdidas cuantiosas.

Ahora, si miramos a los diarios de provincia podemos decir lo mismo. Hay que ver el caso de El Colombiano que se embarcó todavía peor, pues se pasó de un formato universal a uno más pequeño que viene a minimizar la estampa del periódico.

Así podríamos hacer un recorrido por todo el país para encontrarnos con la misma realidad.  En el caso de El Tiempo es importante resaltar el cambio de diagramación  último, en donde la sangría vuelve a ocupar su lugar y permite la respiración del periódico. Trae muy buena información, como textos largos, de muy buena factura. Pero se echa de menos la publicidad que es la que sostiene el negocio.

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