jueves, 20 de abril de 2017

EL PADRE GERARDO REMOLINA VARGAS. S.J.

POR: RAUL PACHECO BLANCO.

En el colegio lo veíamos con su cabello corto, ensortijado, unos ojos vivaces, una nariz que dominaba el paisaje de su rostro, una camaradería respetuosa al par que una conducta intachable. Ya se le auguraba el futuro dentro de la compañía de Jesús, que desde las primeras de cambio le echó el ojo para hacerlo suyo y llevárselo a engrosar su ejército de educadores. Junto a él hacían parecido ejercicio Alejandro Angulo Novoa, Ramiro Serrano y Donaldo Ortiz Lozano. El primero de ellos llevaba una libretica en su morral, donde anotaba todos los chistes que se sabía, ordenándolos por temas y la sacaba cuando iba a contar uno de ellos. Ramiro era el más mundano de todos. Y Donaldo con una tradición política de familia engarzada en el pecho, fungía de alzatista furibundo en una época en que la política partidista olía a candela. Todos se fueron al seminario antes de tener la primera novia, luego la cosa era en serio. Gerardo llegó a la compañía de Jesús y se enfocó por el lado de la filosofía, para heredar luego el magisterio del padre Noriega, con su cabeza calva y su peluca negra, pulida. Pasaron los años y Gerardo se hizo jesuita en menos de nada y regentó la catedra de filosofía, hasta que llegó a la rectoría en donde haría historia. Tanto que en uno de los actos que yo vi desde mi haipad, se le llamaba el rector de rectores. Ya enfocados en la imagen y trasladados al siglo XXI veíamos a Gerardo con unos anteojos dorados que cubrían la nariz abultada, la misma vivacidad en los ojos que le veíamos desde el colegio y una pinta de filósofo alemán, entre despistado y certero que se acabase de bajar del avión desde alguna de las universidades alemanas. Se presentaba su libro  Fundamentos de una ilusión, para sostener con bases fuertes la existencia de Dios. Y ya sabíamos por el Tiempo, en artículo del médico Fernando Sánchez Torres, que en diciembre, se llevaría a cabo un conversatorio con el gurú del ateísmo, Richard Dawinkins, autor de libros celebres como El Relojero Ciego, El gen egoísta, el espejismo de Dios y Evolución, es decir, la antítesis de Gerardo. En, fin, la vida de Gerardo en la compañía de Jesús ha sido el desarrollo de un algoritmo que cubrió todas su metas. Tanto, que si es un contrasentido encontrar un torero alemán o un filósofo español encontremos un filósofo piedecuestano.

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