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DEL FUTBOL A LA CARRETA
POR: RAUL PACHECO
BLANCO.
Los jugadores argentinos llegados en la década de los años cincuenta del siglo
pasado se convirtieron en auténticos misioneros del fútbol, pues aquí se jugaba
un futbol estilo Pamplona, con pelotazos
al aire, como si se tratara de una
cometa o un volador y sin que tuviera la finalidad específica de meter gol. Uno de esos misioneros fue Juan Pablo Janiot, un mediocampista de
contextura fuerte, que se encargaba de parar las ofensivas del equipo contrario
o alimentar luego a los delanteros, que eran cinco. Con Peluffo, Bernasconi, De
Ambrosio, Di Marco, Montanini, Sgrimaglia
y el uruguayo Abraham González fue le época dorada del Atlético Bucaramanga. En
esa época el estadio se llenaba de bote en bote, el entusiasmo prendía en las
tribunas. Cosmopolita vendía sus turrones mientras en las emisoras Juan Manuel
González y Churio narraban los partidos con un dramatismo especial. Cuando el
equipo viajaba a otras ciudades el desplazamiento era masivo, no obstante las
tardes malas como en Bogotá cuando Santafé
nos encajó cinco tantos, luego de
que Montanini había amenazado en la
víspera que sus guayos estaban lo
suficientemente cargados de goles. Ese día en Bogotá, mi cuñado Oscar se insoló
comprándonos las boletas y nos tocó en una lateral baja con los hinchas del
Santafé, que boleaban hueso de pollo y de fritanga en la medida en que entraban los goles a la
portería del Bucaramanga. Pero en todo caso el entusiasmo no faltaba. Montanini
era la bordadora, por el endiablado
dribling que tenía como si tuviera una cintura de bailarín. El estar en el área
del medio campo Juan Pablo Janiot el equipo se sentía tranquilo, pues era un
verdadero portón por donde no entraban ni las tempestades. Cuando dejó el fútbol se dedicó con el mismo entusiasmo a su restaurante La
Carreta, que marcó un hito en la
gastronomía de la ciudad, porque la gente empezó a acostumbrarse a comer churrasco
en lugar de carne oreada, lo mismo que el babe beef en lugar del cabrito y el
chimichurri en lugar del ají. Janiot era experto en seleccionar las carnes para
poder preparar esas verdaderas joyas de la parrilla, que combinaba con unas
lonjas de yuca crocante, envuelto todo aquello en los cuarenta grados del alcohol que tenía en esa época el
aguardiente de la Licorera de Santander. Y además de esto, el trio Zafiros del maestro Pedro Silva, no se
cansaba de cantar Pueblito Viejo, Señora Bucaramanga o si pasas por San Gil.
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