POR: RAUL
PACHECO BLANCO.
Se trata de un hecho verdaderamente lamentable: que una mujer prestigiosa, dedicada a la medicina en
los Estados Unidos, con mucho éxito y aprecio general, termine condenada por
tratar de asesinar a su amante, un
médico. norteamericano. Esto desde luego es un tragedia para cualquier
familia y por lo tanto se debiera respetar esa intimidad y tratar de doblar esa
doliente página. Pero los medios de comunicación han tomado el caso como si se
tratara de una guerra internacional en que van a fusilar a una compatriota por
hechos todavía no bien establecidos. Se da por sentado que se trata de una
persecución por lo que es latina, cuando ella es ciudadana norteamericana, se
ataca a la justicia por haber producido
una condena contra una persona tan eminente como ella, que había prestado grandes servicios a las dos naciones. Y se quiere minimizar la
gravedad del hecho, cuando se aplicó el debido proceso y se llegó a una condena.
Más cuando se trata precisamente de una persona con la cultura suficiente para
medir su conducta, para tomar decisiones y planear con toda la capacidad científica
de un experto el envenenamiento de su amante. Hoy está de moda no aceptar
culpabilidad de ninguna clase en cuanto proceso se inicie o se termine. Nadie
siquiera se sonroja por actos indebidos. Todo lo contrario, se tienen como
hechos comunes y corrientes, que no vulneran ni la moralidad ni la decencia públicas. Antes se les debe pedir
perdón por los hechos cometidos. Los periodistas han colocado a la oncóloga en calidad de
víctima, cuando no lo es. La víctima es el médico que sufrió los efectos del veneno y terminó con órganos atrofiados y su expectativa de vida se
disminuyó. ¿ Por qué ese afán de voltear las cosas? Antes por el contrario, la
familia debiera estar apenada con la sociedad colombiana por semejante hecho que hace quedar muy mal a la clase dirigente colombiana. Y debiera
excusar la conducta de la oncóloga buscando explicaciones en la fragilidad
humana, en momentos difíciles en que el hombre se sale de sí mismo y cae en un
caos indescifrable. Los medios de comunicación le están prestando pues, un flaco servicio a la sociedad
colombiana, porque en lugar de tratar de poner al país contra la justicia
norteamericana, debieran más bien callar, dejar que la familia viva su
tragedia, respetándola y, no dándole pábulo a un chauvinismo de muy mala
índole, tratando de justificar lo injustificable.
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