POR: RAUL
PACHECO BLANCO.
Las elecciones que
acaban de pasar constituyen un mandato
fresco tanto para el país, como para los
partidos. En el caso del partido
conservador, da a los parlamentarios
elegidos la vocería y la legitimidad
suficiente para diseñar la política a seguir en el inmediato futuro. Al existir discrepancias en el modo de
conducir el partido y en la toma de decisiones en punto a candidaturas
presidenciales, debe recaer en la junta
de parlamentarios el señalar hacia qué lado debe terciar el conservatismo.
Hay ahí un mayor grado de legitimidad que la misma convención, en donde no hubo una representación de primer
grado, sino una representación de
segundo o tercer grado. Además fue dominada por toda la gallada del uribismo en donde estaban los doctores
Laufaurie, Carlos Holguin, Valencia Cossio
y demás, quienes van y vienen de
un lado para otro, del uribismo al conservatismo , como si se tratara del mismo
partido . Los doctores Roberto Gerleín Echeverría y Efraím Cepeda, fueron los
parlamentarios que más votos obtuvieron , lo cual constituye un título válido para tomar las riendas del
partido. Ahí se está perfilando la verdadera voluntad del conservatismo y eso
desde luego genera consecuencias. Ante la nueva realidad electoral y ante la
inmediata elección presidencial el conservatismo debe tomar una decisión
definitiva. La Junta de parlamentarios debe constituirse en asamblea deliberante,
para que ella misma actúe o nombre un nuevo directorio o un nuevo jefe del
partido. En este momento el partido conservador está a la deriva, a las puertas
de una división , con una candidata presidencial que no es acogida por todos
los sectores, no obstante su prestancia
intelectual y política y su amplio
bagaje administrativo, aunque de poca tradición en el conservatismo.
Y desde luego, al conservatismo no le
conviene esa relación endogámica con el uribismo, porque termina absorbido por
éste, dado el arrastre y las calidades
de jefe que tiene el expresidente Uribe y la afinidad ideológica con la parte más
retardataria del partido. Por lo tanto, debe existir una relación más sana para
no perder identidad. A la luz de los nuevos hechos en cuanto al poder se
refiere y siguiendo a Moisés Naim ( El Fin del Poder, Debate, 2014) el poder ha
perdido volumen y no se concentra alrededor de un solo partido, sino que las
coaliciones se han impuesto . De ahí que habrá coaliciones para rato, pero la sabiduría
está en saber con quién o quienes se deben hacer .
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