martes, 25 de junio de 2013

EL DILUVIO



POR:   RAUL   PACHECO   BLANCO.

Pasar de  Mo Yan a Le Clezio es como pasar de  una película de acción a un documental sobre las ruinas de una ciudad desconocida. En Moyan la narración y la descripción se juntan y en Le Clezio se convierte en una descripción de cosas, de elementos. Es la relación del hombre con las cosas, con los elementos, que lo llevan a ese caos de las ciudades modernas. Si uno logra salvarse del tedio que le produce leer las primeras cincuenta páginas  de El Diluvio, puede entrar luego a disfrutar de diálogos sesudos, como el que sostiene Benson con el ciego de la esquina y de otros más que ahondan en lo humano luego del permanente estar sobre las cosas.  Hace unos años Alain Robbe Grillet puso muy en boga lo que se llamó el “objetalismo”, que consistía en darle más realce a las cosas, a los objetos, que a las personas. Parece que Le Clezio retoma el estilo, pero combinándolo con mucha destreza con el análisis de problemas humanos. Así  que en la novela no existe el hilo conductor de una trama, del dibujo de ciertas personalidades, de hechos deliberados. No hay argumento. Por eso la dificultad en su lectura, ya que de no existir un propósito de llegar hasta el final y sobre todo, de formarse un juicio cabal sobre al autor, se desistiría, como decíamos al principio de su lectura. Yo intenté  varias veces hacerlo, pero luego de investigar sobre el autor llegué a la conclusión de que valía la pena insistir en el propósito de entenderlo o por  lo menos de apreciarlo en algún aspecto. Debemos partir si,  de la base de una  traducción  muy  regular en que uno  encuentra   como una docena de errores de conjugación del verbo andar y se repite también el  verbo devenir como más frecuencia de lo debido. Ahora ,la edición de Planeta se parece a las piratas por lo ordinario del papel , el tipo de letra y el trabajo editorial. Fue un desacierto la edición de la editorial.

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