jueves, 23 de febrero de 2012

EL CASO DE LUIS CARLOS RESTREPO.



POR: RAUL PACHECO BLANCO:

Recuerdo que en la Universidad le organizamos una comida a Jorge Leyva, luego de su derrota electoral por la presidencia, durante el Frente Nacional . Cuando íbamos en su Volkswagen verde hacia el restaurante el Gran Vatel, nos comentaba entre otras muchas cosas, que en política había que empezar temprano, a la edad en que nosotros estábamos, porque de lo contrario no se aprendía. Había necesidad de ambientarse, de compenetrarse del mundo político, tan complicado por cierto, que se necesitaba una experiencia i de toda la vida, sobre todo, para conocer la marrullería de la gente, para saberla manejar, para entenderla, en fin. Que la cosa no era soplar y hacer botellas y dejar para más tarde la entrada en la política, como le ocurría a mucho juristas , que de viejos se lanzaban a la política y terminaban haciendo el oso, porque desconocían completamente el medio. El sabía, pues, porqué lo decía. Esto ha sucedido con Luis Carlos Retrepo : de ser un psiquiatra prestigioso , metido en su consultorio , labrándose una carrera de científico, ya de viejo le picó la vena de la política y se metió en semejante berenjenal, sin mirar o contemplar los riesgos. Y aquello que parecía como tan natural, , así se le ocurriera meterse tarde, se le fue complicando de tal manera, que se encuentra envuelto en un escándalo mayúsculo. Y lo han tomado precisamente como chivo expiatorio para que los antiuribistas se muevan con saña contra él . Para que enfilen sus baterías por donde pueda, con tal de destruir aquel mito del doctor ternura y convertirlo en una especie de Goering o de Ribbentrop nazi, que gozara con todos los dolores de su patria y que tuviera los hígados suficientes como para hacer aparecer a gente que no tenía nada que ver con las desmovilizaciones, para convertirse ante la opinión pública como el gran pacificador. Y ahora , es un antisocial de los peores, que es capaz de irse del país para despotricar de los jueces que piden su captura y, le colocan el inri de ser el autor de toda clase de delitos, agotando todos los tipos penales s que establece el código . Ni tanto que queme al santo ni tampoco que no lo alumbre. En primer lugar, hay que darle la presunción de inocencia y luego el de la duda, dados sus antecedentes, pues no se trata de cualquier perico de los palotes sino de un connotado profesional. Como decíamos al principio , entró a la política sin tener el conocimiento de la cosa pública, sin saber la clase de barro que hay que manejar y en donde el candor y la buena fe no caben , sino todo lo contrario : es la malicia, la desconfianza, la mala fe y toda esa clase de “virtudes” que el político sabe mezclar y jugar, cosa totalmente desconocida para Restrepo. Lo contrario se reduce a un simple linchamiento mediático que entra en el juego de los ataques entre los uribistas y los antiuribistas, que ya están mandados a recoger y que nos tienen hartos hasta la coronilla. El doctor Restrepo debe sí volver al país, presentarse a las autoridades, dar su versión y atenerse al fallo, que si es parcializado, está una opinión pública que ya sabe juzgar los fenómenos políticos, están unos medios de comunicación que no comulgan con ruedas de molino y que si no hay justicia, pero verdadera justicia, estará presente para denunciar y reclamar.

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