viernes, 14 de octubre de 2011

TENEMOS UN NUEVO HUGO CHAVEZ.











POR: RAUL PACHECO BLANCO.

La vida es un vaivén., como los barcos en alta mar cuando hay tempestades, hasta que la naturaleza se calma y las aguas llegan a su nivel original. La vida del comandante no había sido sometida a ese vaivén de las olas, pues nos tenía acostumbrados a que él era el que ordenaba el mar y le imponía el ritmo a la olas. Ayer no más era un Chávez más agresivo, un Dios jupiteriano quien se le medía a insultar al que fuera, desde jefes de estado pequeños, hasta los grandes imperios. Pero la naturaleza que es inclemente, le puso orden y el coronel no tuvo más remedio que agachar la cabeza. Y corrió hasta los confesionarios a buscar ayuda del altísimo. Descubrió su vena católica, se interesó por las misas en que se recibía un mensaje venido de lo alto, inclinó su soberbia testa ante los arzobispos y hasta les besaba el anillo. Se encontró con Dios. El cáncer acerca a Dios. Y eso está moldeando un nuevo Chávez, quien se bate ahora no tanto con el diccionario bolivariano, sino con uno más antiguo como lo es la biblia. Ya se sabe de memoria sus pasajes más oscuros y hasta los más claros. Su rostro y su figura han recibido una nueva composición. La cara se le ha abombado por efectos de la cortisona, la cabeza ha sido objeto de la humillación de todo recluta cuando entra al cuartel y le vuelan la melena, con la cual enamoraba a las mujeres, para adquirir una textura de cepillo. En un momento dado el debió recibir un mensaje parecido al que recibió el apóstol cuando Dios se le apareció y le dijo : Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificarás mi iglesia. A Chávez también lo hirió en el camino esa luz cegadora y de ahí que seguramente se dedicará a la meditación, al sacrificio diario, a la castidad, a la frugalidad, a la austeridad, nada de aquellas ropas caras que compraba por montones. Seguramente se rodeará de silicios, de rejos, como los que mantenían nuestros papás debajo del colchón para cuando sacábamos malas notas en el colegio. Pondrá un reclinatorio en su despacho para pensar en la plenitud de Dios, el misterio del gobierno y de las decisiones. Ahora su revolución no será la bolivariana, sino la cristiana, la de aquellos doce apóstoles que siguieron a Cristo. Y todo esto le ha hecho el milagro de subirlo en las encuestas, de que su imagen suavizada por la enfermedad, lo empuje hacia las alturas de la aceptación, de la favorabilidad, cuando ya se hundía en el desprestigio. Esos son los mensajes de Dios , que busca , posiblemente, hacer del comandante algo más llevable. Pero quién sabe…

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