miércoles, 24 de diciembre de 2008

LA LEYENDA NEGRA DEL RADICALISMO:

Por: RAUL PACHECO BLANCO.
En un reportaje dado a El Espectador Fernando Hinestrosa criticaba el hecho
de que en Colombia se ha tejido la leyenda negra del periodo del radicalismo, mientras se ha ensalzado hasta el cansancio el de la Regeneración.
Esta es una buena oportunidad para tratar de precisar algunos aspectos que vale la pena tener en cuenta sobre la obra desarrollada por el radicalismo en el siglo XIX .
En primer lugar, no todo el aporte del radicalismo fue negativo. Mas bien
se ha especulado bajo el punto de vista de la Iglesia , cuando se trata de juzgar y hacer el balance de ese periodo que va de l.863 a l.885, cuando la batalla de la Humareda le pone fin al movimiento radical.
El radicalismo quiso imponer unas ideas nuevas, que por cierto ya no lo eran en Europa y en el mundo avanzado, como las de la Ilustración, basadas en la incorporación de la razón al mundo de la vida, dominado hasta entonces por el imperio de la fe, expresadas en el bagaje medieval.
La Iglesia de esa época consideró que todo el andamiaje construido hasta entonces por el cristianismo, se venía abajo y la emprendió contra esas nuevas tendencias a como diera lugar.
Y nada más provechoso que esa apertura hacia una realidad que le daba oportunidad al hombre de realizarse plenamente, sin las limitaciones de la fe de carbonero que estancaba el pensamiento y le ponía una camisa de fuerza a todo lo que hasta ahí se había considerado sólido y consistente.
Pero el radicalismo pecó en el sentido de irse contra el dogma y unas ideas que todavía no formaban parte del bagaje cultural nuestro, sino que apenas eran diletantismos de intelectuales y de una escasísima clase dirigente educada, cuando ha debido aprovechar la coyuntura para bajar ese imperio de la razón al comportamiento diario, cotidiano, en que estaba la verdadera cultura de los pueblos avanzados, erradicando la violencia como el mal mayor de nuestro realismo mágico.
Así que si el planteamiento del radicalismo fue impecable bajo el punto de vista teórico, no lo fue así en el asentamiento de esas ideas, en la siembra de unos comportamientos regidos por la razón.
Es evidente que quien maleó el proyecto radical fue el general Mosquera, por cuanto no comulgaba sinceramente con esas ideas, sino que sólo le importaba llegar al gobierno y manejar el poder. Así que el general Mosquera fue el gran impulsor de las guerras civiles, pero el radicalismo se dejó llevar de él para conseguir el imperio de sus ideas, pero con obispos protestantes como lo diría más adelante Miguel Antonio Caro.
Así que el aporte ideológico fue indudablemente bueno, porque insertaba a Colombia en el mundo contemporáneo y lo sacaba de una época ya superada.
Yo creo que esa es la valides del radicalismo y por lo que vale la pena resaltar su aporte.

EN CUANTO A LA ECONOMÏA .

Ahora, en cuanto a lo sostenido por Adolfo Meisel Roca ( El Espectador, l2-XII-08 ), del éxito de la política económica del radicalismo, sí es discutible, pues la desamortización de los bienes de manos muertas, si bien sacó al comercio las tierras que acumulaba la Iglesia por efectos del “Upeguismo”, esas tierras vinieron a quedar en poder de los grandes terratenientes liberales y por debajo de cuerda de los terratenientes conservadores, sin que esa medida hubiera descentralizado la tenencia de la tierra, porque en realidad lo que hizo fue concentrarla.
Por estudios serios sobre el resultado y el crecimiento de la economía en el periodo radical, como el de Paul Mac Greevey ( Historia Económica de Colombia, Tercer Mundo, l.975. ) se sabe que las cifras demostraron todo lo contrario, un decrecimiento, con relación a las tasas que se venían logrando.
También es cierto que en materia de educación se avanzó , hasta llegar a casos extremos como el del general Wilches que fundó un Instituto Agrícola en Concepción, importando laboratorios, profesores de todas las nacionalidades y sistemas avanzados en donde se llegó a tener profesor por alumno, lujo que solo se vino a dar Alfonso López Pumarejo, cuando recibía clases de Miguel Antonio Caro.
Lo mismo en materia de defensa de las libertades individuales, pero no de la tolerancia, porque ahí también hubo una desviación de intenciones, pues la tolerancia eran para las ideas de unos pocos, mientras que la intolerancia era para dejarla libre en la convocatoria de guerras civiles, que fue el deporte preferido en esa época radical y probablemente el antecedente más cercano del auge del fútbol.
Ya es un lugar común señalar que los índices más altos de guerra civil se dieron en el periodo radical, fenómeno bien analizado por Arturo Alape en uno de sus libros.
En cuanto a la descentralización fue buena la descentralización administrativa, más no la política, que vino a fraccionar el país cuando todavía el palo no estaba para cucharas, quedando en manos de caudillos regionales que hicieron la vida imposible.
Este periodo radical fue evidentemente revolucionario, porque se metió más de lleno en el mundo del “iluminismo”, labor que ha debido desarrollar la generación anterior de Bolivar y Santander, pero que se quedó entre el tintero por falta de adecuación a un medio hostil a las nuevas ideas y fue tan avanzado en materia de ideas, que les alcanzó hasta para arañar ideas socialistas, introduciendo el pensamiento de Owen, Luis Blanc, Fourier y Saint Simon, entre otros, pero que dado el desarrollo económico tan incipiente de la época no era posible viabilizarlo. Sin embargo, ellos posaron de socialistas sin que se concretara en hechos.
Todos ellos tenían un pensamiento liberal en lo económico , bien fuera Murillo Toro, Aquileo Parra, Rojas Garrido o demás adalides del radicalismo.
En todo caso, vale ese periodo por la inquietud intelectual demostrada, su ánimo de cambio , de oxigenación, pero sin que tales avances hubieran tenido como meta el cambio de las costumbres y de las conductas, ahí si radicalmente violentas que llevaron a una guerra civil sin fecha de vencimiento.

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