viernes, 14 de marzo de 2008

Señor, es una revolución .

POR: RAUL PACHECO BLANCO

Cuando Luis XVI trataba de formarse una idea de lo que estaba sucediendo , le dijo a uno de sus subalternos: hay que parar esta rebelión y el subalterno le contesto: Señor, no es una rebelión, es una revolución.
Esto mismo ocurre con la actual situación de Latinoamérica y luego de las escaramuzas vividas con los vecinos Ecuador y Venezuela. La paz no esta asegurada.
Muy claro lo ve Openhaimer desde Miami; analizando lo que acaba de ocurrir y lo que sigue: la confrontación.. Porque ya no se trata de problemas de limites, de aguas marinas y submarinas, sino de ideología.
Latinoamérica se encontró de pronto con un coronel que dio un golpe de estado fallido y luego se hace elegir democráticamente. Pero una vez hecho esto, no sigue la línea de la mayoría de los países del hemisferio, sino que mira hacia Cuba y se ve en su espejo para hacer de la revolución su punto de llegada .
Apenas se acaban de destapar las cartas y vemos la coincidencia de aparecer otro actor en el escenario que lleva el mismo parlamento, como es el caso del Ecuador, da para pensar que el socialismo si murió en Europa y no se dió en Estados Unidos, en Latinoamérica si se va a dar.
Esta ya es una empresa armada entre socios de la misma cuerda, que no solamente contempla a Venezuela y Ecuador, sino también a Bolivia, con una Meca en la Cuba de Fidel y Raúl.
Las pruebas que se encontraron en el computador de Raúl Reyes, aportan un nuevo elemento, no insospechado pero sí negado, de la vinculación de los gobiernos de Chávez y Correa con las Farc. Es el bloque bolivariano al cual solamente le quedaría faltando Perú.
Existe entre todos una identidad ideológica: nacionalización de empresas, para ir paulatinamente liquidando la propiedad privada, , gobierno autoritario en trance había el totalitarismo , eliminación de la separación de los poderes públicos , creación de un partido único, en la medida en que se vaya dando la evolución política y dejando el estorbo de los actuales partidos.
Si analistas como Álvaro Gómez señalaban que en Latinoamérica no se ha dado la revolución, ahora se puede contemplar esa posibilidad.
Porque en realidad, las revoluciones europeas las absorbimos mediante mecanismos que aligeraron su choque.
La revolución inglesa del siglo XVII, aquí la convertimos en una independencia, donde el liberalismo llegó como doctrina dominante y formó la generación libertadora. Y no obstante seguir las huellas de la revolución francesa, esta generación no produjo la inserción de la democracia a su cultura política, que solo vino a darse con la generación radical.
Los radicales fueron, de pronto en una forma tardía los catalizadores de la democracia., pues Bolívar y Santander no pasaron del liberalismo.
Esa inserción de la democracia tal vez fue la época más dramática que se ha vivido y la que más se parece a una revolución, porque implicaba ya un corte de cuentas con el dominio de la Iglesia Católica y con el debilitamiento de los poderes del estado para dejarle el camino libre a la sociedad, mediante la empresa privada y el pluralismo político.
Pero tampoco hubo un cambio de estructuras. Se asimilaron las revoluciones norteamericanas y francesas, pero más que todo en lo que tiene que ver con la democracia. Y faltaba la última, la revolución bolchevique que abarcaba más ámbitos, más estructuras, porque la mayor expresión de la modernidad, creo yo, sea el comunismo . Se vinieron al suelo clases sociales, partidos políticos, propiedad privada, libertades públicas. Y la influencia de semejante impacto lo vinimos a sentir en forma por demás atenuada, en 1936 cuando Alfonso López impuso la revolución en marcha.
Pero la revolución socialista propiamente dicha la soslayamos, la convertimos en reforma y si bien es cierto la Iglesia y el partido conservador pusieron el grito en el cielo, no pasó de ser un ingenioso expediente para no dejar circular la verdadera revolución.
Esa es la verdad. Y en el resto de Latinoamérica sucedió lo propio Perón maquilló la lucha social, Haya de la Torre abrió expectativas, los militares trancaron duro en la época de los 50 y Chile aportó a Pinochet para no dejar entrar la revolución.
Así que la lucha ha sido fuerte par evitar ese experimento, contando con la presencia permanente de los Estados Unidos que se convirtieron en la contra parte beligerante de ese sistema.
Y lo grave es que ni el liberalismo, ni el capitalismo, ni el neoliberalismo han logrado tallar la alternativa.
Un continente así, se encuentra como caldo de cultivo servido, para que lo paladee la revolución de Chávez, de Correa y de Evo Morales, siguiendo el modelo de Castro.
De nada valen los argumentos que en este caso, es la experiencia, del fracaso del modelo socialista en el mundo, porque hasta los viejos personeros como la China, se han inventado otro cuento.

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