sábado, 18 de agosto de 2018

JUAN MANUEL SANTOS

POR: RAUL PACHECO BLANCO

 
Se trata de una personalidad supremamente compleja, competitivo, vanidoso, consciente de su papel dinástico, aún en los peores momentos,  con una confianza en sí mismo que lo  hace salir adelante y sacar la cabeza por donde la ha metido.

No es el político tradicional, con mucho verbo y pocas ideas. Tiene principios, pero muy escogidos: por ejemplo, la libertad y la democracia, Los demás, que entre el diablo y escoja: cuando dijo en una célebre ocasión que su nuevo mejor amigo era Hugo Chávez, ya se sabía que ese mensaje estaba envenenado y decía uno para  sus adentros: ¡En la que se metió Hugo Chávez! 

Y tal cual, lo aprovechó para hacer el proceso de paz, que sin él no hubiera prosperado, porque la voluntad de las Farc para su sometimiento siempre estuvo atada a Chávez y si él no lo facilita no se consigue, para luego entrar en la fase de la traición y salir de él, como había salido de Alvaro Uribe, a quien ayudó es cierto a que fuera presidente. Porque sin el apoyo de la casa Santos y del periódico El Tiempo, el paso de Uribe hacia la casa de Bolívar no hubiera sido fácil sin el aporte de la dinastía Santos.

Cuando llegó a la Presidencia no solo contempló la traición a Uribe, sino la superación de su mandato y de su legado histórico. Si Uribe se había ganado la simpatía de muchos colombianos por su carácter y su lucha sin contemplaciones con la guerrilla, él tenía que superarlo, pero en otra forma: en este caso, buscando la paz, tan esquiva, que fue la ilusión de muchos gobiernos como el de Barco, Betancur, Samper, Pastrana y ninguno lo consiguió.

Su papel dentro de la historia del país, por lo tanto, estaba inscrito dentro de ese ámbito, el ámbito de la paz.

Si ayer lo que jerarquizaba a un presidente era la reforma de la constitución, ahora lo jerarquiza la conquista de la paz y a eso dedicó, sin contemplaciones. Todo lo sacrificó en aras de ese empeño, que por cierto le daba una gabela más: el premio Nobel de la paz.  

Conseguído esto, lo demás le importa un pepino. Y está convencido que mientras más tiempo pase, el prestigio derivado, pero con retraso, de la paz con las Farc, revertirá con el tiempo y le hará justicia.

Una justicia que es relativa, pues si bien las Farc entregaron las armas y se reincorporaron a la legalidad fue a un precio excesivo que él pago con creces. La violencia sigue y la falta de estado en los territorios dominados por gente armada continúa. Y por último traicionó a Israel.

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