viernes, 14 de diciembre de 2012

“ EL CACIQUE “ DE LOS MARIN.


 

POR:  RAUL  PACHECO  BLANCO.

Tanto a la generación de Alfonso Marín Morales como a la mía nos seducía el modelo del caudillo , para quienes las figuras de Franco y de José Antonio Primo de Rivera, eran la síntesis de todo lo que se debía hacer con el Estado. Ya la impronta de los führer criollos rondaba por todas las esquinas del país y del continente. A esa generación de Marín Morales pertenecieron Hernando Sorzano González, Humberto Silva, Carlos Augusto Noriega y Darío Marín Vanegas. Todos expertos en hacer elecciones y en dar la sensación del “ hombre fuerte”. Pero Alfonso Marín terminó por decepcionarse  de la política cuando se perfilaba para ser uno de esos hombres fuertes, uno de esos grandes jefes y se retiró a  la alta burocracia. Llegó a una Notaría y empezó a cambiar de mirada, ya la cosa pública que a su generación tanto entusiasmaba, fue perdiendo espacio y la irrupción de la vida privada, de la empresa privada, seducía a las nuevas promociones de jóvenes. Por ahí enderezó a sus hijos y bien pronto crearon una empresa para la construcción. Asi nació  Marval. A su vez, Bucaramanga tenía una lenta y corta promoción de personas que jalonaban el progreso, como don Alfonso Silva, Emilio Suárez, Apolinar Pineda, los Silva Valderrama, Abdón  Espinosa , Saúl Díaz, Pedro María Buitrago , Alfredo y Ambrosio Peña, Nepomuceno Cartagena,  en fin, para venir a cuajar en Armando Puyana como el artífice del progreso arquitectónico de la ciudad, como el hombre al que le cabía la ciudad en la cabeza y se dedicó de por vida a ser el gran hacedor de la Bucaramanga del futuro. A eso  también vinieron a consagrarse los Marín Valencia, con su padre a la cabeza, para convertirse en hacedores de ciudad. Ya habían construido la Bucaramanga del centro donde domina el edificio de la Triada, que se vino ha convertir con el tiempo en el lenguaje  de la ciudad, la palabra a caballo de profesionales y de artistas que allí llegan para hablar pestes de todo y de todos.

Luego se extendieron a otras ciudades, se fueron a Miami , la  Florida,  los Estados Unidos. Construyeron el complejo de San Pio, conectando la vieja ciudad con la nueva y por último remataron su faena con la construcción del bello centro comercial El Cacique, que queda bien en cualquier  ciudad del mundo. Con esa obra, los Marín internacionalizaron a Bucaramanga, le redondearon su cara de ciudad turística y de progreso . Meterse en el  mundo moderno de los centros comerciales es estupendo y sobre  todo, luego de recorrer los  amplios espacios , de El Cacique, sus almacenes bien surtidos y bellamente decorados, llegar al cuarto piso donde se puede ver el relieve de la ciudad, el perfil de la ciudad pujante, que es un enjambre de trabajo y de dedicación.  Queda la ciudad endeudada con la familia Marín por  este aporte excepcional para afianzarla en este mundo de la globalización y de la intercomunicación.

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