sábado, 9 de febrero de 2008

CARLA BRUNI

POR RAUL PACHECO BLANCO

En tiempos de la guerra fría estábamos acostumbrados a ver a primeras damas tratando de esconder sus escasos encantos, tras de una apariencia de campesinas o de vendedoras de huevos de la plaza, parecidas a Doris Lising la última premio Nobel. Eran las esposas de los nuevos Zares soviéticos, los primeros ministros que concentraban todo el poder en ellos. Y a veces establecían contraste con personas como Jacqueline Kennedy, quien imponía la moda en esa época, tratando de escapar un tanto de la sombra de Marilyn Monroe a quien su marido le tenía echado el ojo. Pero ya al final de la dinastía del partido de los trabajadores, apareció Raiza Gorbachov, quien hacía olvidar el desaliño de las anteriores primeras damas, pero desgraciadamente cuando ya estaba todo perdido, porque Boris Yelsyn se entrenaba para subirse a los tanques de guerra a echar discursos contra un régimen agonizante. Raiza sacó la cara por las señoras de Nikita, Stalin, Bresnev, Bujarin y demás. Claro está que la señora Rossevelt nada que ver, como dicen los muchachos. Hubo primeras damas muy discretas aquí en Colombia, como Maria Cristina Arango de Pastrana, o la señora Betancur o doña Carola de Rojas o doña Maria Hurtado. Otras de revólver al cinto como la célebre doña Berta de Ospina.
Excéntricas como la señora del presidente filipino Marcos, quien tenia todo un cuarto lleno de zapatos de todas las marcas. Elegantes como las esposas de Virgilio Barco y Andrés Pastrana. Pero quien viene a romper el esquema es Carla Bruni, la primera dama de Francia. En primer lugar es italiana, de apellidos cotizados, estudiante de arquitectura para luego convertirse en modelo. Después cantante y autora musical exitosa, a tal punto que su canción “Alguien me dijo” vendió dos millones de copias. Ahora, su vida amorosa es muy rica en facetas. A los 15 años se enamora de Mick Jagger, de los Rolling Stones, luego de Eric Clapton, pasando por Donal Trump, el magnate, el actor frances Vicent Pérez, el abogado Arno Klarsfeld, el editor literario Jean Paul Enthoven, a quien le sucede su hijo Rafael, con el cual va a tener su único hijo: Aurelin. Y en diciembre conoció a Nicolás Sarkosy, quien estaba en la resaca de su divorcio con Cecilia, una mujer madura de mucha solera y mucho encanto. Pero Sarkosy no era un galán de cine, ni un magnate, ni un editor, era el Presidente de Francia. Ya había coqueteado con el arte, los negocios, el derecho. Le faltaba el idilio con el poder. Y en eso está. Ojalá le dure.

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