jueves, 27 de julio de 2017

EL CAUDILLISMO.


 

POR: RAUL PACHECO BLANCO.

 

El caudillo es el personaje clásico de la política latinoamericana. Roa Bastos nos hizo la descripción perfecta del doctor Francia, el célebre caudillo paraguayo que cerró las fronteras de su país buscando la utopía de la autosuficiencia. Y Vargas Llosa también nos regaló el retrato hablado de Trujillo, el caudillo dominicano. En fin, se convirtió en un  lugar común identificar el proceso de la política nuestra como subproducto del caudillismo. García Márquez, escribió El Otoño del Patriarca  que para Vargas Llosa es la más mediocre  de sus obras, quizá por la congelación de la prosa, rayana en el retoricismo. En realidad basta una sola mirada  por el continente, para encontrarnos con  personajes de leyenda como Domingo Perón, Lula da Silva, con el general Strossner de Paraguay, con Rojas Pinilla; subiendo un poco más, Odría en el Perú, Pérez Jiménez o Hugo Chávez. Para qué más. Pero lo peor es que a pesar del paso del tiempo, de la evolución de nuestros países y demás, en donde ya tenemos unas amplias clases medias preparadas y no analfabetas como antes, sigue presentándose el fenómeno. Para un físico  el caudillo es la expresión de la energía del vacío que se impone sobre las fuerzas gravitatorias y produce la disgregación de la unidad. Si bien es cierto que aglutina a su masa, sin embargo produce polarización. Así que viene a ser una fuerza negativa u oscura, como también dicen los físicos. Ahí está el caso de Alvaro Uribe que viene a aparecer cuando el país ha evolucionado lo suficientemente como para acercarse a un modelo democrático. Ahí estaba la semilla, latente, para que prendiera nuevamente la especie que parecía haber desaparecido de la  escena nacional, en donde últimamente han aparecido jefes políticos, con más imagen de líderes que de caudillos. Barco, Gaviria, Samper, Pastrana, Santos. Parecía pues, una especie en extinción. Sin embargo, como ha ocurrido en Argentina, donde definitivamente está en sus genes el caudillismo, porque el peronismo ha reverdecido a través de la historia y se niega a desaparecer, encarnados en nuevos perones que aparecen cíclicamente. Aquí en Colombia mientras los miembros de los partidos buscan la fuga por los agujeros negros hacia otros partidos, el único partido que se consolida es el Centro Democrático, llevado de la mano de Uribe. Algo está fallando. O no podemos desligarnos del caudillismo o nuestros líderes no están aportando lo suficiente para que esto no ocurra. Por eso se dice que el próximo presidente es el que diga Uribe.

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