jueves, 19 de enero de 2017

EL SINDROME DE GOLPE DE ESTADO.


 

POR: RAUL PACHECO BLANCO.

 

Luego del “cuartelazo” dado por el  general Rojas Pinilla el 13 de Junio de 1.953, al país le quedó una psicosis de golpe de estado y se vivía una fiebre permanente de expectativas en que estaban enredados oficiales  del ejército, más que todo presionados por elementos civiles. Así fue como se fue incubando la figura de un general golpista en la recia figura del general Alberto Ruiz Novoa, fallecido hace poco a sus cien años de edad. Ruiz Novoa, aunque no era un general tropero, pues se trataba de una persona cultivada y con inquietudes intelectuales, sin embargo era un combatiente. De ahí que fuera enviado por el gobierno de Laureano Gómez a combatir contra el comunismo internacional en el frente de Corea. Al llegar Guillermo León Valencia a la presidencia dentro del segundo turno presidencial del Frente Nacional, lo nombró como su ministro de guerra. A partir de ahí se fue construyendo la leyenda del general golpista, a tal punto que el presidente se lo vivía armado para repeler cualquier tentativa del general de apresarlo. El presidente entró en un estado de paranoia, sobre todo después de un banquete que le ofreciera la sociedad de agricultores al general Ruiz Novoa, en donde lo ponía en el difícil trance de salvar la patria. Y partir de ahí, se puso de moda en las administraciones siguientes, el banquete en el Tequendama para el ministro de guerra del momento, para pedirle que salvara la patria. Así que el presidente Valencia terminó destituyendo a Ruiz Novoa y liberándose de esa carga psicológica del golpe de estado a domicilio. Luego siguió la psicosis con López Michelsen, ya terminado el Frente Nacional, y en esa oportunidad era el general Alvaro Valencia Tovar, el llamado a desempeñar el papel de golpista, agravado el caso por tratarse un oficial lleno de lecturas, sensato y de palabra fácil y elocuente. El general no obstante haber ido también  a combate en el exterior, era un hombre pacifista, que se esmeró en tratar bien a la gente y ganarse el aprecio para un ejército que estaba dándoselas de prusiano. Y la fiebre se extendió hasta el gobierno de Belisario, quien también se sintió matoneado por el general Fernando Landazábal Reyes y vino a pagar las consecuencias con su destitución. Con el tiempo la fiebre fue pasando, le cambiaron de nombre al ministerio y terminaron por  nombrar civiles, como ahora, cuando un industrial está al frente sin un  pelo, de golpista.

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