martes, 6 de diciembre de 2016

DE LA MODERNIDAD A LA POSMODERNIDAD EN COLOMBIA.



POR RAUL PACHECO BLANCO.

 

Colombia viene en tránsito de la modernidad a la posmodernidad. Ese país moderno en que los sindicatos agitaban la política, los partidos políticos expresaban la opinión pública, los periódicos informaban y trazaban derroteros, la religión era extigmatizada, pues el laicismo se imponía, ya no existe. Ahora los sindicatos no tienen  el poder que antes exhibían. Los partidos políticos, unos auténticos ejércitos en que la fidelidad y la lealtad jugaban parejas alrededor de una doctrina y unos comportamientos, también han desaparecido. Se han venido liquidando así mismos, se han constituido en simples vehículos de familias para acceder al poder, pero no convocan ni difunden tesis nuevas. El Tiempo  antes bastión del partido liberal, su vocero natural y su orientador, ahora es propiedad de un conglomerado financiero, que seguramente será absorbido por la globalización. El Siglo antes la expresión del conservatismo, ahora es una hoja parroquial de escaso cubrimiento. Y los periódicos ya no informan porque todo lo sabemos primero por medios cibernéticos y los lectores se desplazaron a las redes sociales. La religión antes  una sola y verdadera  se batía a fondo con el protestantismo puro, ahora se ha abierto en un abanico de religiones creadas como empresas. Periodistas que antes se movían  en los periódicos y en la televisión, como el pastor Silva, ahora tiene su propia iglesia con mucha aceptación. Los antiguos guerrilleros como Carlos Alonso Lucio ahora son pastores, como lo fue el antiguo jefe de escoltas de Andrés Pastrana y esposo  de la cantante Marbel. Y el liberalismo ahora es religioso y tiene expresiones como la de Vivian Morales y el expresidente Alvaro Uribe. Y no es que sea a causa de la insurgencia de “avivatos” sino como expresión de un afán de espiritualidad que marca el ingreso a la posmodernidad, luego de la quiebra del racionalismo. Por eso ahora en el plebiscito se vio claro el nuevo panorama en que los sectores religiosos de todos los matices se hicieron presentes para defender las consignas del no cuando se veían propuestas de género. Y no es que volvamos a la Edad  Media como lo pronosticaba el filósofo ruso Nicolás Berdiaeff por convicción, o los periodistas liberales por falta de información, sino como  expresión  de la posmodernidad. En la premodernidad el cura de pueblo era el representante de la espiritualidad, en la modernidad el venerable gran maestro  y en la posmodernidad el pastor, fundador casi siempre de su propia iglesia, con muy amplia y fervorosa clientela.

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