jueves, 15 de diciembre de 2016

ANTE LA HISTORIA


POR: RAUL PACHECO BLANCO.

 

La generación de expresidentes del Nuevo Milenio no tenía un caudillo hasta que apareció Uribe. Y generalmente los presidentes en ejercicio buscaban pasar a la historia bien con una reforma constitucional o con la paz. Gaviria se llevó las palmas cuando pisó duro con asamblea constituyente y nueva constitución. Pastrana fue un gran comunicador y Samper un abogado de su propia causa en el proceso 8.000. Pero no había aparecido un gran político hasta que llegó Juan Manuel Santos. “Si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él”, dice Maquiavelo. Y por eso Santos se unió a Uribe, sin mostrar en el rostro el más leve asomo de deslealtad. Como buen cundi-boyacense no deja que al rostro le asomen los verdaderos sentimientos ni sus  pensamientos. Así se ganó la confianza de Uribe y mientras éste podía estar más seguro con Uribito para reemplazarlo en el poder, optó por Santos. Lo demás es historia conocida. Ya a Santos no le importó un pito la constitución y se la puso de ruana, como cualquier cundi-boyacense que se respete y se la jugó por la paz. Lo que no pudieron hacer Gaviria, Pastrana ni Uribe, Santos lo lograba a base de cuanta maroma le era posible, como el apoyo de la comunidad internacional , empezando por Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Estados Unidos y la Unión Europea. Eso forzó mucho el logro del acuerdo. Y ya las cosas bien adelantadas con las Farc, se dio el lujo de dividir a la izquierda, llevando al gabinete a Clara López, cosa que no perdonaron los demás líderes del Polo, para  terminar completamente dividido. Moñona del presidente Santos. Y aún más, de pronto las Farc terminan alineándose con el Movimiento Nacional que promueve Santos, para cerrarle el paso a una derecha que puede unirse para la elección presidencial. Hasta el momento de aparecer Santos, Uribe era la gran figura de paso a la historia. Por su política fuerte contra la guerrilla y, sobre todo, por su temple de caudillo. Pero lejos estábamos de que aquel modesto columnista de El Tiempo, que solo llevaba un apellido presidencial y no una buena pluma, comenzaría semejante escalada que de ser nadie en política llegó a convertirse en el “dictador” de la política y con un premio Nobel de paz a las espaldas, que haría palidecer de envidia a don Aquileo Parra, quien se opuso a Benjamin Herrera y al general Uribe Uribe, para tratar de evitar la guerra de los Mil Dias.

No hay comentarios: