viernes, 15 de mayo de 2015

LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE


POR:  RAUL  PACHECO  BLANCO.

 

Hay tiempo para sembrar y tiempo para cosechar,  dice la biblia. O las cosas se deben hacer a su tiempo. Por eso cuando se habla de una Asamblea Constituyente, debe existir por lo menos, condiciones especiales para convocarla. El actual Fiscal doctor Montealegre ha considerado, en medio de su inexperiencia política, que es hora de reformar la constitución al tenor de los acuerdos  con la guerrilla en la Habana. Menudo lio. Que lo diga desde su tumba el general Tomás Cipriano de Mosquera, quien luego de ganar la guerra convocó una asamblea constituyente, a fin de llevar a la carta sus ideas sobre el estado, que irían a aprobarse en la constitución de 1.863, en la célebre convención de Rionegro.  Allí  llegó  con todo su ejército y lo acampó  cerca al lugar donde se desarrollaban las sesiones, tanto para guarecerse de cualquier ataque, como para presionar a los convencionistas para que no se apartaran de su parecer. Pero le salió  el tiro por la culata, pues los radicales, sus amigos de la víspera, le hicieron gavilla y lo dejaron solo, a tal punto, que un día prorrumpió  en llanto y se retiró del recinto de las sesiones, alegando que no le paraban ni cinco de bolas. Y solo a la semana siguiente volvió a las sesiones. Y allí, si bien cierto elevaron a norma constitucional ideas que compartían con los radicales, estos aprobaron la rebaja a dos años del periodo presidencial y dejaron estructurado un ejecutivo  que casi daba la sensación de un sistema parlamentario, precisamente porque ellos conocían suficientemente el almendrón. Eso por una parte. Por la otra, quienes  pueden darse el lujo de aprobar  una nueva  constitución o  reformarla, son  los  vencedores de una guerra, que envueltos en esa nueva “legitimidad”, proceden a  reformar la carta. En el caso actual, no existe legitimidad alguna como para darle a la guerrilla un tratamiento de fuerza vencedora en un conflicto armado y con el suficiente respaldo popular. NI ellos han vencido ni tienen respaldo popular alguno como lo demuestran las encuestas,  para darse el lujo de ser los padres  de la nueva carta.  Se trata de una aventura demasiado arriesgada, que solo personas inexpertas en  política como el fiscal general, se atreven a proponer. El país pagaría muy caro estos primeros pinitos del Fiscal en la política, por donde se pasea con cierto fervor travieso. Pero el presidente Santos no es tan ingenuo como el general Mosquera. Zapatero a tus zapatos.

No hay comentarios: