miércoles, 27 de noviembre de 2019

LA CASA ALEMANA DE ANNETTE HESS

 

POR: RAUL PACHECO BLANCO

 

Empecé a leer la Casa alemana luego de haber leído, con un deslumbramiento mayor que cuando leí Cien Años de Soledad, Solenoide, la novela del rumano Cartarescu. Y si en Solenoide uno no sabe qué admirar más, si el lenguaje poético que lo envuelve como un velo transparente, en donde la metáfora vuela más que un pájaro y en que la imaginación se desborda para caer ya en predios de los sueños y enlazar esos sueños con la realidad, era parte de la savia nueva que le inoculaba Cartarescu a la novela contemporánea.

En cambio en la Casa Alemana el lenguaje es lo de menos. Está escrita como si fuera deliberadamente en estilo nazi, con frases cortantes, demasiado cortas, en donde la novelista no se permite ninguna clase de licencia literaria, sino que bordea la realidad en un lenguaje crudo, cortante.

Así que si uno se encuentra en un comienzo de capitulo con frases como: “ Una luna llena iluminaba débilmente la carretera que pasaba por el hostal”, se siente uno en corral ajeno, pues la novelista nos  ha acostumbrado a su prosa nazi. (pag 389)

Me llamó mucho la atención el manejo del tiempo y el espacio, pues desaparece éste último en beneficio de aquel, o los funde en uno solo. El espacio-tiempo de Einstein.

 Lo cierto es que la descripción de lugares, la composición de escenas está  lejos de adquirir el perfil de la novela moderna. Por eso los hechos se atropellan entre sí y, la prosa, el estilo es lo de menos. No arma una sola frase, no hace melismas con la prosa.  Me hizo recordar a Alan Robbe Grillet, quien por el contrario, se dedica a contemplar el espacio, a concretar formas , escenarios, con la morosa delectación con que lo hacían los directores de cine, en “ la nueva ola”, en que la cámara se desplazaba con una lentitud pasmosa, desesperante.

En tanto que aquí el solo tiempo, o como decíamos anteriormente, el espacio-tiempo lo maneja en esa forma.

Pero lo fundamental está en el complejo de culpa del pueblo alemán, luego del holocausto de Auschwitz, que es trasmitido de generación en generación y le llega a la protagonista, Eva, quien no soporta la carga que esto envuelve y se debate en una incertidumbre que le nubla el panorama.

A su vez, toda clase de relaciones están manchadas por esa huella de la violencia nazi, que deja Jürgen , que además de sus padecimientos corporales, tiene que enfrentar el pasado conflictivo.

Eva es una traductora y tiene que trabajar en un proceso de juzgamiento a crímenes de guerra,  en donde comparecen sus padres, por haber sido el padre cocinero de un casino de oficiales nazi.

Y Eva piensa alrededor del comportamiento ético de sus paisanos, quienes todos pretenden eludir el conflicto y dar la sensación de que estuvieron ausentes, cuando en realidad los carcome hasta el alma.

El amor que cruza la historia se ve interferido por estas consideraciones, y otras más, que hacen del romance una aventura casi que cruel.

No hay comentarios: