POR: RAÚL
PACHECO BLANCO.
Uno se lo puede encontrar
sentado en una esquina con el bastón bajo las manos, tratando de
descansar cuando luego del saludo
empieza a contar que se acaba de bajar de un avión que lo llevó a Dubai , en donde visitó el edificio más alto del mundo
y, luego, en otro tiempo y en otra
esquina, en la misma posición, pero ya no bajándose de un avión de Dubai sino de la Patagonia, haciéndose el congelado. Ha conocido mundo de aquí y de
allá. O acaba de llegar del África en
donde “echamos pata” y él, con el bastón en la mano, impedido a medias luego
del derrame cerebral que tuvo cuando en la academia de historia y luego de haber ingerido “guarapo 18 años,”
según su decir, cayó al
suelo y solo vino a despertar con medio cuerpo semiparalizado. Pero eso no lo
limitó en lo más mínimo. Antes lo puso
más en plan de “echar pata “ y conocer mundo.
Cuando no estaba impedido resolvió escribir sobre las constituciones
provinciales de Santander durante la época del Radicalismo y tomó su jeep y se fue a todas las poblaciones
y reunió las constituciones en un tomo que publicó en edición de lujo y que servirá de texto de
consulta para todas las generaciones. Y ahora que está impedido, se dedicó asimismo y a su familia unas memorias que van
desde las épocas de la violencia conservadora, cuando lo sacaron del pueblo y cuando para tratar de sacarse
la espina de la violencia conservadora ,
se salvó de haber sido bautizado
Liberal Pinzón González, sino no es por obra del cura que al momento de echarle
las aguas bautismales se apiadó de él e
imploró que no lo pusieran así, mientras él lloraba presagiando la sal que le
vendría por las encías de bebé . El espíritu santo lo salvó y le tocó esa
suerte a uno de sus hermanos. Allí en su
libro, editado en Ibagué, cuenta lo que ha sido su vida, con dos matrimonios a
bordo, unos hijos ya grandes y un ánimo
a toda prueba, porque desde que le dio el derrame no se queda quieto. Lo que
no sabíamos era de su vocación religiosa y
su paso por el seminario , pero si bien fue llamado por el señor, no fue
escogido, cosa que a él poco le importa, pues
más adelante aprendería sobre la
lucha enconada entre el clero y los
radicales, cuando él se consideraba tan radical por lo menos como don Nicolás
Pinzón, el fundador del Externado y
paisano suyo de Vélez. Para paliar las penas o para pasarlo bueno, aprendió desde chiquito a tocar varios instrumentos,
entre los cuales está el acordeón pero aprendido en la fuente , allá en el César y las tierras
costeñas, que lo alejaban un tanto de
las guabinas y de los bambucos de su tierra. Y si don Aquileo Parra pasaba por
allí vendiendo bocadillos veleños, él se
lo pasaba tocando acordeón en las
parrandas vallenatas. Hoy no piensa sino en viajar, en subir y bajar de los aviones, luego de conocer las
maravillas del mundo para quedar grabadas en su memoria y luego dejar los
recuerdos en las hojas de sus libros que ya son numerosos.
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