POR: RAUL PACHECO BLANCO
Está uno tan familiarizado
con la biografía novelada, o por lo menos con el modelo de crónica o historia de los hechos, que el simple trabajo
de archivo le deja a uno la sensación de un
borrador o de unos apuntes
Este es el caso de Malcom Deas, con su biografía sobre
Virgilio Barco, quien hace un trabajo de archivo y sobre el soporta todo el
andamiaje de la biografía, pero sin que se meta de lleno en la vida del
personaje, sin que se relacionen los hechos para alcanzar el grado o clima que
se respiraba en esa hora.
De entrada, hace un
flojo recuento de lo que fue la vida de Barco en provincia, donde recibió
el bautizo de la violencia política, sin que nos quede algo que llame la atención,
quizá porque se trata de un personaje que es el antipersonaje mismo, ya que
carecía de lo más elemental para un
político y es su capacidad de
comunicación, su facilidad de expresión o al estilo del político tradicional,
cuyo modelo es el político humanista. Nada más alejado de la personalidad de
Barco que esa clase de modelos.
Se centra luego la biografía sobre el tema más importante
como lo fue su presidencia, una presidencia, que recibió todo el calibre de la
fuerza del narcotráfico. Como que los más duros golpes que este dio al país los
realizó dentro de la presidencia de Barco.
Pero como decíamos atrás, se echa de menos el relato que nos
reviva esos momentos tan álgidos vividos por el país, cuando las bombas eran la
manera de dar los buenos días y en donde faltó poco para que el jefe de la
policía, el general Maza Márquez, saliera volando en átomos como Ricaurte en
San Mateo.
En lo referente a la presidencia, el trabajo de Deas se reduce
a darnos una idea de los anillos de poder que interactuaban alrededor de Barco,
pues mientras el senador Mestre, era el encargado de armonizar el juego político
con el congreso, existía, lo que llamó Mario Latorre, el sanedrín, que eran los
encargados de idear la alta política, en donde estaban él, Cepeda, Juan José Turbay.
Y otro, el que manejaba el tiempo del presidente, como su secretario privado,
el empresario.
Y le faltó a Deas
investigar más a fondo el por qué Mestre no pasaba de ahí, de ser la carne de
cañón en el congreso, lo mismo que Rodolfo González en la Contraloría, para
encontrar con que Mestre era el enlace con el cartel de Cali, que entre otras
cosas, le tenía colocado a su hermano en el banco de los Trabajadores de
Bucaramanga, propiedad del cartel, lo cual
los hacia impresentables ante la opinión pública.
Y hace la enumeración de los principales problemas que tuvo
que enfrentar la administración, en donde el tema central es el narcotráfico,
luego analiza el papel desempeñado por las Fuerzas Armadas, la Policía, el Das
y la justicia, lo mismo que trae a cuento el proceso con la guerrilla del
presidente Betancur, al hacer un contraste con lo que estaba haciendo Barco y
encontrar lo mal concebido que estaba el de Betancur. Y enumera los principales
eventos de la violencia de los narcos.
El país no se
dio cuenta del paso del simple goteo de
la marihuana al narcotráfico con la
coca, que ya adquiere relevancia mundial y de un simple arranque en Santa Marta
con la marihuana se pasa al problema grave que se vino a contemplar más adelante.
Y queda muy claro que el proceso de la nueva constitución
vino precisamente de la administración Barco, que presentó el proyecto, pero no
alcanzó a socializarse lo suficientemente y, en ultimas, tuvo que abortarlo
para no dale gusto al narcotráfico que exigía la aprobación de la no extradición,
cosa a la que no se allanó Barco.
El verdadero gestor de la Asamblea constituyente fue Barco y
No Gaviria,