viernes, 29 de junio de 2018

LA INSOPORTABLE GRAVEDAD DEL FUTBOL


POR: RAUL PACHECO BLANCO

 
Empecé a ver el partido de Colombia con Senegal. El futbol que se jugaba no era de los mejores y por lo tanto no había para qué seguir viendo un partido que no prometía nada en cuanto a la calidad el juego.

Pero además, nada bueno auguraba para la suerte de Colombia, porque los africanos siempre estaban disparando sobre la puerta de Colombia y el equipo apenas se defendía de semejante ataque. Y para colmo de males se lesionó James Rodríguez. Entonces decidí dejar de ver el partido y dedicarme a hacer otras cosas, como leer o escribir.

Salí de la casa para mi estudio con el firme propósito de olvidarme del partido y de sustraerme un tanto de la euforia de los hinchas que desde bien temprano se habían  colocado las camisetas de Colombia, desde el papá, pasando por la mamá y los hijos y hasta el perro, porque ahora hay camisetas de la selección para perros.

 Pero apenas daba unos cuantos pasos en la calle comencé a pensar que la cosa era en grande, tan en grande, que no permitía sustraerse a ella. Las las barras formadas en los restaurantes, cafés y tiendas con los televisores a todo volumen, con el expendio de la bebidas embriagantes, los gritos de las muchachas que sobre salen sobre las demás voces, el desespero porque no viene el gol del equipo colombiano, el asedio que seguía contra el pobre equipo colombiano, todo confundido con el sonido de unas cornetas que hicieron su aparición en el mundial de África, van desesperando en tal forma la percepción del futbol, que siendo uno amante llegaba un momento en que era avasallado por el mismo.

Me sentí agredido por el futbol, la cabeza me dolía y cada cornetazo lo recibía como un golpe bajo contra mi sistema nervoso. Iba a leer y no podía, intentaba escribir y tampoco, entretenerme con el computador y al poco tiempo tenía que dejarlo por el estruendo de las voces, la gritería incesante de las niñas que parecían sufrir muendas por parte de sus cónyuges, llenaban la cabeza a tal punto, que no había espacio para que pasara el oxígeno y refrigerara los conductos que permiten la tranquilidad y la lucidez.

Todo estaba perdido. Y para colmo de males el negro Mina metió un gol de cabeza que le dio sentar muy bien a los dueños del Barcelona que ya lo tenían negociado a muy bajo precio, porque no daba rendimiento en el equipo de Messi. Ahí la cosa fue peor, se alborotó el patriotismo, los carros salieron a la calle e hicieron sonar sus pitos hasta el cansancio.

No había remedio, el futbol no tiene escapatoria: o se le ve, con un vaso de cerveza en la mano, con la camiseta de la selección puesta y con el ánimo del hincha más hincha, o tiene que sufrirlo, como me pasó a mí, en aquella tarde en que Colombia se metió en las finales del campeonato de Rusia.

viernes, 22 de junio de 2018

LA HISTORIA POPULISTA

POR: RAUL PACHECO BLANCO

 La historia hasta el momento había sido escrita bajo el punto de vista liberal, conservador, católico, marxista, neutral y ahora Antonio Caballero lo hace bajo una perspectiva populista. Henao y Arrubla, el hermano Justo Ramón, Indalecio Liévano Aguirre, Antonio García, Germán Arciniegas.

¿En qué consiste?. En que la lucha ya no es entre partidos ni entre clases sociales, sino entre pueblo y élites. Por eso escribió La historia de Colombia y sus oligarquías.

Yo no había gozado tanto con la lectura de un  libro, como con este. Es como si se dijera que Caballero se dedicó a personalizar y encontrar en la historia de Colombia, los personajes que figuran en Cien años de Soledad, Y lo hace con una ironía, con una precisión, que a medida que avanza uno en la lectura, como que lo hace con pausa  para no perderse detalle, para soltar la carcajada en el momento preciso y admirarse de la precisión de la prosa.

Y como si fuera poco, los personajes se nos aparecen en dibujos que están llenos de la misma ironía de la prosa, con una deliberada imprecisión en la forma, pero con el sarcasmo a flor de labio. Y qué belleza de edición toda.

Si en la lectura de otros libros uno quiere saber el desenlace, o se cansa y mira a ver cuántas páginas faltan para que termine, en esta uno lo que quiere es demorarse, como lo hace cuando se come un ariquipe o cuando paladea un pastel de gloria. O hace como los niños cuando se come un helado, lo hace con más lentitud con que la cámara de Bergman se regodeaba en sus películas, para que no se le acabe.

En esos primeros capítulos se desata toda la orgía de la incoherencia en que hemos vivido, la falta de consistencia, la incongruencia, la contradicción misma en nuestra historia y en nuestros personajes.

Al pobre san Pedro Claver lo deja en cueros, al decir que era tan insignificante que le tocó o no pudo ser otra cosa que santo.

Yo me reí a carcajadas leyendo esa apreciación. Pero cuando llega al arzobispo Caballero y Góngora entonces si se pone serio y lo critica y alaba pero dentro de un  plano normal, pero a los demás los pone en la sima de la incongruencia, de la inautenticidad.

Y si se prescinde de la ironía se encuentra con la crítica a fondo de todos los hechos y personajes que han constituido  la historia colombiana.

A medida que avanza el tiempo va perdiendo la chispa inicial y queda convertido todo en una crítica, en una  actitud crítica contra todo lo que se mueve, no importa si sea conservadora  o liberal. Pero desde luego se impone la óptica liberal.

Si en su libro dice que Cien Años de Soledad es un  fresco apretado de la historia de Colombia, como lo digo yo al principio, Caballero le pone nombre y apellidos a esos personajes de novela.

La critica se agudiza ya en los capítulos finales donde se le pone acento a la tesis central de la historia que es la interpretación populista de la historia, en donde se acumula  el complejo de culpas de las oligarquías y se saca en limpio la contraparte. Ya la ironía, el desborde de destreza verbal se acaba para mojar la pluma con veneno y poner en el tribunal de acusaciones a presidentes como Samper, quien fue comprado directamente por los narcotraficantes y  permitió su elección, a Pastrana por dejarse engañar de la guerrilla, a Gaviria por traer de los cabellos al neoliberalismo, a Uribe por su fomento del paramilitarismo. Todos ellos son opacados históricamente por los verdaderos forjadores de la época, como lo fueron Tiro Fijo y Pablo Escobar. Empieza uno muriéndose de la risa y termina llorando las desgracias.

 

jueves, 14 de junio de 2018

EL FUTURO DE DUQUE


POR RAUL PACHECO BLANCO

 ¿Cuál es el futuro de Duque?, se puede preguntar alguien preocupado por la suerte que pueda correr tan pronto sea elegido como presidente, dado el hecho de su cercanía con Alvaro Uribe, de su padrinazgo en la política y la pertenencia a  un partido que está situado a la extrema derecha.

Para tratar de interpretar  ese futuro presentamos tres hipótesis  que nos servirán para analizarlo: 1) se crea un partido de centro derecha, 2) Duque se convierte en uribista y 3) une al partido liberal.

El temperamento y la formación de Duque no ligan con una formación de extrema derecha, ni tiene  el perfil de líder mussoliniano y su trayectoria se ha desenvuelto en zonas del sector privado en donde se impone la técnica por encima de todo.

Ha tenido una formación más académica y burocrática y no viene de visitar barrios populares y de pronunciar discursos incendiarios, sino la serenidad  viene a ser su algoritmo.

 El hecho de estar aliado de Alvaro Uribe no significa estar de acuerdo con todo el paquete ideológico y político de Alvaro Uribe, sino como buen observador de una realidad colombiana, se acercó  al árbol que más cobija y al padrino que tuviera el músculo para hacerlo sostenible y una vez hecho esto, hacer su propia su ruta, poniendo en práctica sus verdaderas posibilidades, interrogándose así mismo sobre la ruta que debe seguir.

Muy a tono con la coyuntura francesa, el busca un centro de equilibrio que conecte las viejas políticas de liberales y conservadores para aglutinarlos en un solo sector de centro derecha.

 Por eso pensamos que una vez elegido no propiciara la ruptura de los acuerdos ni el trabajo realizado hasta hora por el presidente Santos, que si bien es cierto se convirtió en una piñata para los guerrilleros, se debe rescatar por la salud del país, eso sí, haciéndole enmiendas.

La segunda posibilidad es la de Duque uribista y quiera seguir adelante la ruta de derecha que ha mantenido hasta ahora Uribe, con su mano férrea contra la guerrilla y entonces  ahí sí, hará que los pactos con la guerrilla se vuelvaEn trizas y que continua el ciclo de la violencia armada de los sectores de izquierda. De pronto hasta cierre el congreso y por razones de orden público se vuelva al manejo del país en estado de sitio permanente, para garantizar el progreso, el buen suceso del capital.

La tercera posibilidad es que Duque logre unir a todos los sectores del liberalismo y tanto el oficialismo gavirista, como Cambio Radical de Vargas Lleras y el partido de la U, de Santos, logren revivir la vieja mística liberal, que todos los grupos llevan en su adn, cansados ya de tanta batalla entre los mismos y para recobrar según ellos, el ritmo perdido de la historia liberal.

 

 

jueves, 7 de junio de 2018

URIBE, VERDUGO Y SALVADOR DE LOS PARTIDOS EN COLOMBIA


POR: RAUL PACHECO BLANCO

 
Álvaro Uribe prácticamente desmanteló los partidos en Colombia al convertirse en lazo de unión de las corrientes de derecha de uno y otro partido, cosa que hasta ahora no se había producido.

Con el fin de reunir mayorías para llegar al poder, encontró el hilo conductor para ese efecto, en el rompimiento de los partidos.

Al tomar como bandera de su campaña la seguridad y una posición al lado de la oferta, se situaba a la derecha. Así que él viene a superar la etapa en que el partido liberal se escindía entre un sector de derecha y otro de izquierda, cuando aparecieron fenómenos como los de López Pumarejo y Eduardo Santos, quienes sostenían esos sectores. López con su revolución en marcha y Santos, al ponerle el freno. Después se vivió parecido fenómeno con Gaitán y Turbay.

Pero la idea de Uribe fue la de unir esas dos tendencias para crear un nuevo partido que expresara las ideas de una sola de la corrientes, en este caso, la de derecha.

Al crear el Centro Democrático atrajo los mismos sectores de ambos partidos y los unió en uno solo, liberales y conservadores. Con políticos llegados de los dos partidos como  Oscar Iván Zuluaga del conservatismo y Holmes Trujillo del liberalismo, Paloma Valencia y José Obdulio Gaviria, logró configurar un bloque cuya unión se ha mantenido por estos años.

Así que Uribe en una primera parte dividió los partidos, se llevó muchas de sus figuras y configuró una estructura hipotéticamente de centro y de ahí su nombre. Una vez conseguido esto, se hizo a las mayorías y cuando llegamos a las elecciones que acaban de pasar, viene a servir de puente para que los dos partidos se salven ante la avalancha de la izquierda comandada por Petro.

 Encontraron en el Centro Democrático, el burladero seguro para salvarse del aluvión de izquierda del petrismo. César Gaviria tuvo que unirse a la candidatura de Duque porque de lo contrario, corría peligro su cuota de poder y sobre todo, la proyección de su hijo como futuro candidato presidencial.

Y lo mismo le ocurrió a Vargas Lleras. Y otro tanto ocurrió con el conservatismo, cuyas alas venían divididas entre un sector gobiernista y otro de oposición, para terminar los dos sectores al lado de la candidatura de Duque.

 Uribe pues, logró la unión de los dos sectores conservadores en torno a la candidatura de Duque y se encontró con el fenómeno de un liberalismo en el mismo afán.

Luego si ayer fue el verdugo de los partidos y los dividió y los desmanteló, ahora las circunstancias lo llevan a que sea el puente del común por donde  pasen los dos partidos en su salvamento de la carga de caballería de Petro.

viernes, 1 de junio de 2018