Ahora todo el mundo quiere ser Jesucristo. No como en la
Edad Media cuando la gente aspiraba a ser “cómo” Jesucristo. Por lo
menos seguirlo en sus enseñanzas y
doctrinas. Parecerse al modelo era ya de por si una meta de vida, por eso la gente se iba a los conventos
a buscar ese parecido con Jesucristo.
Ahora con la posmodernidad, inundada de espiritualismo dada la quiebra de
la razón, una persona como Lyotard puede decir como su época lo dijo Nietzsche que Dios había muerto, ahora , que la razón ha muerto. Y en este clima de
espiritualidad, se expande por los lados de la religiosidad y no tiende como en
la Edad Media a globalizarse en una sola religión, sino a dispersarse, descentralizarse, en fundar cada quien su
propia religión. Ahí es donde aparece el nuevo Jesucristo, dado por esta etapa
poscapitalista, cuando la producción en serie hace que dentro del espiritualismo
también prenda el ansia de la producción
en serie. Por eso estamos produciendo religiones por cantidades todos
los días, como si fueran partidos políticos o empresas privadas. Y Jesucristos
en serie. Ya aquella Colombia unificada en torno a una religión, a tal
punto que don Marco Fidel Suarez decía
que su partido sería solo de católicos o , cuando nos mandaba el padre Zaldívar en el Colegio de San Pedro Claver a echarle
piedra al templo protestante de la 27 y ese era el programa de los sábados
tediosos de esa época, ya no queda nada.
Antiguos periodistas de prensa, radio y televisión han terminado como
pastores de nuevas iglesias, inaugurando
un ciclo alrededor suyo, como Jesucristo, logrando sostenerse a base de
diezmos y marcándoles la pauta en su
conducta personal a sus seguidores, como si
la voluntad del pastor fuera la voluntad de Dios. Ahora cada pastor es
un nuevo Jesucristo, que es a su vez, el
camino, la verdad y la vida. De ahí
que en esta etapa electoral los partidos
no busquen para confeccionar sus listas a gente del
común, o a militantes políticos, sino a pastores, es decir, a gente que reclute seguidores y produzca los nuevos votos de la
posmodernidad. Con lo cual se puede
volver a caer en el error de meter la religión dentro de la política, como se
hizo en siglos pasados, con tan mala fortuna
que unas veces derivaba en que los pastores de la iglesia católica mandaban en
el partido , o que la lucha terminara en violencia, en violencia religiosa que
es la más cruenta de todas.
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