jueves, 22 de febrero de 2018

VARGAS LLERAS

POR: RAUL PACHECO BLANCO

 

La sensación que le deja a uno Vargas Lleras tan pronto lo conoce personalmente es la de un jayán que se cansó de ser un cachaco de maneras refinadas, al estilo Juan Manuel Santos, para dedicarse a trabajar un perfil  más llano y más frentero.  Ya en su familia era común prepararse para las campañas presidenciales, pero al él le tocaba un legado difícil por tener un abuelo y un tío expresidentes, prácticamente en sus narices. De ahí la exigencia para ir escalando peldaños y sobre todo, ganarse a pulso aquello que le correspondía por derecho de sangre. Descubrió  su temperamento que en algo lo emparenta con su abuelo Carlos, quien era famoso por su talante altanero y soberbio en contraste con el perfil más mesurado pero más soberbio de Alberto .Pero en fin, era la casa Lleras y tenía que seguir la tradición. Así que Vargas Lleras sacó del juego el cachaco que llevaba dentro, dejó de lado el gesto desdeñoso de tierra fría de Ernesto Samper y el brocado fino de las maneras de Juan Manuel Santos, para los gringos demasiado británico, para adquirir un perfil distinto, como de luchador, ganando peso y altura hasta configurar una imagen a tono con la rudeza de su carácter. Tal vez  al dejar el cigarrillo que le quemaba los labios a su abuelo el expresidente Lleras, ganó  kilos y lo convirtió en peso pesado, no solamente de cuerpo, sino de la política. Hoy su voz es  más gruesa, su ademán es más  contundente, su poder de aguante es mayor para hacerle frente a una campaña presidencial que ahora se insinúa muy dura. Y ha adquirido un conocimiento del país, que casi no le permite quedarse callado para hablar de todos y cada uno de sus problemas. Ese es el gallo que tiene la derecha para enfrentárselo a Petro. Ahora es un cuajado estadista con  soluciones y en sintonía con el mundo de hoy, postcomunista, donde lo principal está en fomentar el empleo, dar garantías a la empresa privada para crear riqueza y no tratar de bloquearla o acabarla, como sucedió en Venezuela. Y además, su recio carácter es el que necesita Colombia para ponerle orden al proceso de paz, a la irrupción permanente del ELN que ha ido llenando el vacío dejado por las Farc, agravado esto por la ayuda que le presta el gobierno de Maduro y, la llegada de los carteles de la droga mexicanos, ubicándose en los sitios estratégicos para la exportación.

viernes, 16 de febrero de 2018

EL PETRISMO



POR: RAUL PACHECO BLANCO

 

Para hablar sobre los orígenes de Gustavo Petro tenemos que remontarnos a la época del rojaspínillismo, que se sintió burlado con los resultados de las elecciones presidenciales y como cualquier guerrilla se echó al monte, creando el M19. Y el M19 si bien tenía ese origen político, el ideológico se derivaba  del auténtico populismo que hoy en días la prensa mundial le endilga a los sectores de izquierda del continente latinoamericano. La palabra populista fue acuñada  por los periodistas e intelectuales europeos, para nombrar a los movimientos informes que se nutrían tanto de ideas de izquierda como de derecha. Es decir, que el populismo era una mescolanza primitiva de ideas de uno y otro sector, sin articulación alguna, rompiendo el sentido orgánico de las tesis marxistas que se imponían por la época. Todo lo que oliera a populista era de origen latinoamericano, en donde todavía no habíamos creado pensamiento propio en torno a nuestros problemas y menos a la ideología que debía guiar al mundo que se estaba tragando el capitalismo. Ahora se llama populista a los sectores  de izquierda que en alguna u otra forma giran alrededor del legado de Hugo Chávez. Pero el populismo indígena o crudo no es de corte socialista, pues no atacaba la propiedad privada y no aspiraba a liquidarla, sino solamente aprovechar el poder del estado para sacar algunas ventajas para el pueblo, bien fundando industrias paralelas a las privadas y crear luego monopolios de estado para eliminar así, la competencia. Eso fue lo que hizo Petro en la alcaldía  de Bogotá: creó una empresa de aseo para sacar del juego a las privadas y estableció un monopolio de estado, cosa que hoy en día el alcalde Peñalosa está desmontando con  las consiguientes consecuencias del colapso de una organización. De otra parte, ese populismo crudo se nutría de raíces fascistas en lo tocante al manejo del poder, pues tendía a cimentar dictaduras, como la que instauró en Colombia el general Gustavo Rojas Pinilla en el año 54 del siglo pasado. Y Petro tiene perfil de dictador. Así su origen no viene propiamente de la izquierda, ni tiene que ver con el gaitanismo o con el MRL, que trataron de empujar hacia la izquierda al partido liberal, sin lograrlo desde luego. En lo ideológico no existe  similitud con el régimen madurista de Venezuela, que sí es anticuadamente socialista, pero si se emparenta en cuanto a la concepción  del poder con base en una dictadura. Una especie de Fujimori.

jueves, 8 de febrero de 2018

SIGUIENDO LAS ENCUESTAS.


POR: RAUL PACHECO BLANCO.

 

Al tenor de las encuestas podemos trabajar dos clases de hipótesis : la primera, la de un  país diferente que emerge ante la anterior polarización de las fuerzas políticas con relación a la política de orden público. Concretamente con el proceso de paz.  Esto si nos atenemos al resultado último en donde  Petro y Fajardo están encabezando las encuestas. Lo cual traducido al argot político, sería que el pais se endereza por un lado a favor de la izquierda  y por el otro a favor del centro. Eso es lo que vienen significando Petro y Fajardo. La otra hipótesis es que estos resultados son pasajeros, son la foto del día. Entonces volveríamos a la realidad de ayer, es decir, un país polarizado entre si y el no con los acuerdos de la Habana. En este caso, las vencedores serán o una coalición de centro derecha u otra de centro izquierda. En estas hipótesis viene faltando la situación de Humberto de la Calle, quien siendo el símbolo de la paz, o mejor, del proceso de paz con las Farc, sin embargo no ha logrado penetrar en el electorado en una forma rotunda y clara. De ahí que tomara una decisión tan drástica como lo fue la inclusión de Clara López como fórmula vicepresidencial. Con el correr de los días iremos viendo si la fortaleza que ahora muestran Petro y Fajardo se mantiene. De ser asi, el país habría cambiado en una forma significativa, cambiándole la cara a la política y volteando la arepa. Estaríamos volviendo a una época rojaspinillista, o populista, o  a una dominada por la academia y la técnica antioqueñas. Esto sin contar con un fenómeno reciente y es que en el país no existe un solo partido que sea capaz de llevarse la presidencia y por lo tanto, se imponen las coaliciones. Y estas  todavía no se han redondeado, pues el juego político no lo ha permitido, pues cada fuerza quiere encabezar. Y como no es posible a estas alturas del juego, cuando no se han definido las elecciones parlamentarias ni se han decantado las fuerzas, pues es lógico que vayan ganando los movimientos más personalizados. Y como la coalición de uribismo y conservatismo todavía no ha definido candidato y, a su vez, ésta coalición no se ha integrado con la fuerza de Vargas Lleras, no se ve reflejado en las encuestas. Y a su vez, igualmente, tanto Petro como Fajardo no han definido tampoco sus propias formas de coalición..

jueves, 1 de febrero de 2018

LA DEMOCRACIA NO ES ABSOLUTISTA



POR: RAUL PACHECO BLANCO

 

La democracia nacida de la revolución francesa aparece como consecuencia inmediata de la crisis del absolutismo monárquico. En la monarquía el Rey podía hacer lo que le viniera en gana porque no estaba regido por la ley y por una constitución. Él era la ley. Por eso Luis XIV llegó a decir con razón, el estado soy yo. Así que de ahí en adelante, dentro del régimen democrático lo más importante es la constitución y la ley. Y decimos esto, porque la situación del Brasil va para allá precisamente, cuando Lula Da Silva, ya condenado por la justicia de su país, insiste en lanzarse como candidato presidencial, montado sobre la soberanía del pueblo. Porque para allá vamos: Lula irá a argumentar que las próximas elecciones presidenciales serán un plebiscito en donde el pueblo diría si quiere que sea condenado o por el contrario absuelto y, desde luego, elegido como próximo presidente del Brasil. Pero ahí es donde está el meollo de la cosa, porque la democracia no es absolutista, porque la democracia no puede encubrir bajo el supuesto del ejercicio de la soberanía, evadir la justicia, de no obedecer a una de las ramas del poder público que ha condenado a Lula .La providencia se ha producido dentro de estrictos marcos legales, sin que se considere un atropello a los derechos de Lula. Se trata de una constitución vigente, con unos funcionarios debidamente nombrados y con todo el peso de la ley. Luego el líder de los trabajadores no puede alegar que se están vulnerando sus derechos o que los hechos por los cuales fue juzgado y condenando no ocurrieron. Todo lo contrario, está debidamente probado que el expresidente recibió un apartamento en una zona exclusiva de la capital brasileña como coima para que aprobara el gobierno un proyecto que estaba en sus trámites legales. En la época del absolutismo esto podría ser corriente, porque la persona del rey estaba por encima de la ley. Pero no ahora. La democracia se soporta sobre tres elementos: un sistema de leyes, la tridivisión del poder y un sistema electoral. Y si se trata de borrar de un  tajo así sea uno solo de sus elementos, pues no hay democracia. De lo contrario significaría que nos hemos devuelto en la historia y que estamos a un paso de consagrar de nuevo la monarquía con otro nombre.  Por encima de todo está el principio de la democracia con todas sus letras: no cabe el absolutismo.