martes, 19 de octubre de 2021

“ENTRE LA INDEPENDENCIA Y LA PANDEMIA” DE HERNANDO GÓMEZ BUENDÍA

 



POR: RAUL PACHECO BLANCO

 

Ya era tiempo de que se empezara a escribir la historia nacional. Hasta el momento solo hemos producido versiones liberales o versiones conservadores, lo mismo que versiones marxistas, evidentemente parcializadas.

El esfuerzo del profesor Hernando Gómez Buendía para escribir la historia de Colombia, viene sostenida por diferentes puntos de vista, ya sea el filósofo, ya el economista, ya el abogado, ya el periodista, ya el politólogo. Esto enriquece su aporte.

Su libro analiza la historia de Colombia valiéndose de la violencia, para ponerla de punto de referencia y tener tiempo de repasar los diversos periodos, ya enumerándolos ya comentándolos.

Las luchas del centro son las partidistas entre conservadores y liberales, que cubren largos periodos como el que va de la época federal, en que convertimos el país en un campo de batalla, pasando por la Regeneración con Núñez y, llegando a los años 30 en donde hay un pequeño desquite de los liberales, para terminar en la mano dura de Laureano Gómez.

Hay tregua en el Frente Nacional, se diseña una política de paz, el eterno diseño no alcanzado y, empiezan las guerras de la periferia, cuando entran en juego nuevos actores, como la guerrilla, que alcanza a contar con el aporte del ELN, las Farc, El EPL, y el M19, las distintas líneas de  acción   de la izquierda.

Ya en esta etapa entra en juego el debate social, y la guerrilla aprovecha los sitios hasta donde no llega el Estado, para agitar las ideas de izquierda y plantear la revolución, luchando contra la desigualdad social.

Es demoledora su tesis sobre una guerrilla equivocada que no tenía más salida que la entrega o la derrota militar. En primer lugar, porque carecía de legitimidad: no representaba al pueblo, como decía a los cuatro vientos, arrogándose una representación que no tenía, pues casi se aceptó como un Estado para iniciar las conversaciones de paz con el gobierno.

Y ahí sí, como lo dijera Serpa, le metieron un gol al gobierno, pues los resultados de las elecciones no pasaron de cincuenta mil votos, votos que saca cualquier diputado a la Asamblea en unas elecciones de mitaca.

En medio de todo este conflicto se alza el orden conservador, basado en la alianza con los Estados Unidos, como su manso seguidor, en la organización privada de la economía, en donde las grandes empresas son las que mandan. Se agrupan en la época agrícola con el desarrollo del campo, para producir materia prima que proporcione divisas suficientes para sustentarse y progresar. Luego viene la revolución industrial, en donde se pasa de la exportación del café a la producción y exportación de petróleo, en un nivel mediano, para no parecerse a Venezuela.

Y el orden conservador también basado en la democracia, con la separación de sus poderes y la independencia entre de ellos, tratando de lleva un clima también mediano de protección de los derechos humanos.

La obra es eminentemente crítica y no ahorra expresiones para desacreditar los gobiernos liberales, porque aún su hito más logrado, como lo fue la revolución en Marcha de López Pumarejo, no logró hacerle ni cosquillas al orden conservador.

Y cuando se le sale el politólogo, se explaya y adquiere una fluidez envidiable para calificar a los jefes del partido liberal, para decir de Virgilio Barco lo siguiente: “… el súper funcionario sin carisma que no ofendía demasiado a ninguno de los tres (Lleras, López y Turbay), era pupilo de Alberto Lleras y del contralor general de la nación” y además le agregaba “Barco era un  liberal comecuras del siglo XIX”.

Y sigue: “Pero también podría decirse que en el Frente Nacional fue la nueva versión de aquel repliegue de las banderas liberales que habíamos visto al culminar la guerra de los Mil Días, por segunda vez en un siglo, el Partido Liberal había renunciado a sus ideas y el orden conservador siguió siendo sostenido, como dije, por un Partido Liberal conservador” (pag 584)

Y sigue: “Para esa época el Partido Liberal ya no era más que el conjunto de caciques que cada cuatro años se reunían para escoger al presidente de Colombia (Pag 598).

Y sigue: “Gaviria no era llerista, ni proteccionista, ni anti-clientelista como Galán sino todo lo contrario, y sobre todo llega como presidente improvisado en medio de una crisis nacional de grandes proporciones” (Pag 599)

Y luego comenta que la reforma constitucional del 91 nació de una tesis de grado de un hijo de uno de los ministros de Gaviria, en que se abría la brecha de las reformas constitucionales, cuando la constitución del 86 las había cerrado definitivamente

Entonces fue cuando se tejió toda la estrategia para acudir al propio pueblo, como depositario de la soberanía, para que se manifestara, dejando de lado el acto legislativo previsto en la constitución y que le dio la oportunidad al ministro Serpa Uribe, para comentar que no estaría mal “meterle un golecito a la Constitución. (Pag 584)

La construcción del país ha sido lenta. Por una parte, la extensión y lo montañoso del territorio ha hecho que la vida sea difícil y en materia cultural lo mismo. Pero sin embargo, hemos construido una democracia, y una economía, que primero empezó con  el cultivo del café, para concluir en la exportación del petróleo que le garantizó unas perspectivas más favorables, en medio de contradicciones, porque por una parte la posmodernidad nos llegó primero que la modernidad, que nunca la tuvimos, cosa que precisamente los historiadores liberales han resaltado en el periodo Radical, cuando se dio el salto al racionalismo y hubo una voluntad de culturizar el país, aunque fuera a bala, para hacerlos caer en cuenta, a los ciudadanos, que por encima de todo estaba la razón.

La constitución de 1.986 se constituyó en la base de nuestro orden y ese orden no pudo ser sustituido por la impronta liberal, pues considera que la constitución del 36 ni le hizo mella al orden conservador, como ya lo dijimos, ni el Frente Nacional pudo construir un orden más liberal, más abierto y para terminar con el último periodo de gobierno, dominado por los liberales, Barco, Turbay, Gaviria, Samper, para no decir Uribe y Santos.

Los partidos, lo mismo que la Iglesia dominaron esos primeros periodos históricos, hasta que fue languideciendo su poder, por el desgaste de la hegemonía de los partidos y, la Iglesia con la pérdida de seguidores por la presencia de corrientes protestantes que se metieron hasta en la constitución del 91, para mal, porque en materia de derechos culturales se vino reflejar una regresión, en materia de aborto, matrimonio homosexual, adopción en parejas del mismo sexo, divorcio, etc.

Los partidos terminaron desdibujados y se conformaron nuevas divisiones de carácter personal, con la irrupción de Álvaro Uribe, que arrasó con el partido conservador, porque le robó muchos seguidores y con el partido liberal, por el mismo motivo, para crear un grupo de derecha extrema, tan de moda en al mundo actual de 2.021.

Así que Uribe desplazó a los partidos tradicionales, y se ha dado el lujo de imponer presidentes: él, Santos, con dos periodos cada uno y el último, Iván Duque.

Son pues, ochocientas páginas de muy buena literatura, con una amenidad que resalta en medio de la aridez de los temas. El sentido crítico ya comentado, el análisis de la política nacional desde los partidos y, no desde el ángulo de un solo partido. La erudición que va desde la filosofía, hasta la sociología, la economía, el derecho y la politología, que todo va engranado en el relato.

No se trata solo de un abogado javeriano y de un columnista del Espectador, sino de un cuajado escritor que se ha paseado por todos los ángulos del conocimiento para tratar de dominar los temas y arriesgarse a hacer una obra de tanta envergadura como ésta.