POR: RAUL PACHECO BLANCO
Antes cualquier conflicto se neutralizaba porque existían
dos bloques: el uno el soviético y el otro, el occidental. Ya habíamos olvidado
esta etapa, pero ahora vuelve con una nueva bipolaridad, en donde el aspecto
geopolítico juega el papel más importante.
Ahora la geografía marca el destino de la política y es así
como se están formando dos bloques: el occidental y al asiático. Ya no en una
división de carácter ideológico, como era antes, en que socialismo y capitalismo
se disputaban el mercadeo político. Dentro de este contexto se inscribe el caso
de Venezuela cuando el mundo asiste atónito a las andanzas de Nicolás Maduro,
quien presidiendo un país quebrado y un gobierno sin legitimidad, se da el lujo
de permanecer solo por el equilibrio que le dan los dos bloques en vigencia.
Venezuela tiene el soporte de Rusia, China, Turquía y cualquier movimiento de
parte del sector occidental, es neutralizado por el sector oriental. Y cada
bloque tiene como soporte el arsenal nuclear.
¿En esas condiciones, quien se atreve a encender la chispa
de la siguiente guerra mundial?. Esa es la única fuerza que le queda a Maduro,
porque por el lado de la opinión y sobre todo de la economía, no tiene salida. Y
además, la gente que lo sigue tiene sus intereses creados, por cualquier lado
que se mire, pues si se trata de las fuerzas armadas, a Maduro le deben los
militares tanto el poder como la riqueza que actualmente disfrutan y que los hace ponerle el hombro a Maduro y de la gente de base, porque vienen de bien
abajo y han solucionado su problema de vivienda o de educación y, por lo tanto,
no están dispuestos a perder las ventajas que han adquirido.
De otra parte, cuenta con la asesoría de Cuba, quien se sabe
al derecho y al revés la cartilla para lograr sortear épocas malas, bien sea
aprovechando circunstancias de orden político
o de contenido político o ideológico, como jugar al comunismo y luego devolverse
hacia el socialismo, cuando las cosas no marchan, como les ha tocado a los
cubanos en los tiempos postcastristas. Por eso las salidas se van estrechando
cada vez más y solo queda la negociación, como ya la ha planteado Maduro a
Trump y, desde luego la amnistía y el indulto, como exigiría cualquier
guerrilla que se respete. De lo contrario, Maduro se atornillará en el poder como
hasta ahora lo ha hecho sin rubor alguno ante la democracia mundial.