POR: RAUL
PACHECO BLANCO.
Para la generación de los expresidentes Gaviria,
Samper, Pastrana, Uribe y Santos resulta crucial la fecha de 1.991 porque en
esa año se aprobó la constitución con la
cual ellos debían gobernar. Luego esa
sería la razón para llamarlos asi: la
generación del 91. Y si quisiéramos
tratar de definirlos, diríamos
que Gaviria es el estratega, Ernesto Samper y Juan Manuel Santos los políticos,
Alvaro Uribe el caudillo y Andrés Pastrana el trompo de poner. Decimos que
Gaviria es el estratega, pues bajo su gobierno se quiso acabar con la
guerrilla y para eso se ideó la reforma constitucional . Así que se creó todo
un movimiento con el fin de que los grupos guerrilleros se sometieran a ese
nuevo ordenamiento, pero desgraciadamente no contó con las Farc ni el ELN. Pero
no cabe duda de haber sido la gran
estrategia para lograr el objetivo, además de ser la máxima aspiración de
cualquier presidente que se respete : darle al país una nueva constitución o
por lo menos una reforma. Y en ese sentido, Cesar Gaviria lo logró. Ernesto Samper y Juan Manuel Santos se han revelado como los grandes políticos
, pues Samper no hizo otra cosa durante
su gobierno, que defenderse de los cargos de haber recibido dineros de los narcotraficantes
para su campaña política. Y allí se
defendió como gato patas arriba, comprando
a la comisión de acusaciones, como lo señala el hijo de Rodríguez
Orejuela, repartiendo dinero a diestra y siniestra, asegurando la lealtad de un gran escudero
como Horacio Serpa, sin que éste le haya hecho reclamo alguno , ni le haya
pasado cuenta de cobro por la hazaña. Toda la permanencia en la presidencia se
redujo a estar maquinando jugadas para contrarrestar el fuego cerrado de la oposición. Al mismo tiempo logro el respaldo del ejército, de los
grandes cacaos y sobre todo, de su partido, hasta simular condiciones de gobernabilidad, que aunque precarias, sirvieron para sostenerse en el poder. Y a su vez, Juan Manuel Santos ha hecho todo
un trabajo de joyería al mantenerse fiel durante el mandato de Alvaro Uribe,
sin que un gesto, una mirada, una palabra lo hubieran delatado en sus intenciones. Coronó como el más leal y decidido partidario
de Uribe, hasta ser elegido. Y partir de
ahí, vino la destorcida. Se necesita ser
un gran político para idear y llevar adelante y sobre todo coronar una faena de
este tipo, sin que ni siquiera el ojo zahorí de José Obdulio lo descubriera, ni la intuición de su primo
doble, Francisco Santos. Y ahora quiere hacerse reelegir, en base a jugadas ,
no en base a un gran gobierno, como el
póker de la paz. Alvaro Uribe es el
caudillo, indiscutido , dentro de su grupo político, en donde no se mueve una
hoja sin su anuencia. Es el amo y señor de las ideas, los programas, las
estrategias, las movidas. Sin él, no hay ni movimiento ni partido. Y Andrés Pastrana es el trompo de poner,
porque todos los males que se encuentran
se le achacan a él. Que el pleito con
Nicaragua se perdió por culpa suya, que la guerrilla se creció por su ingenuidad, que su gobierno ha sido el más malo de los últimos años.
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