POR: RAUL PACHECO
BLANCO.
Carlos Maiguel se murió lentamente. Empezó a morirse desde que dejó el consultorio. Desde
el momento en que ya no podía abarcar con la misma destreza con que lo hacia en
sus años mozos la fresa que es el tormento de los mortales, pero que para el
odontólogo es como el instrumento del
artista que quiere modelar su obra y dejarla al pelo.
En su consultorio se
entregaba como profesional y luchaba apasionadamente para que el trabajo
quedara impecable, como las tardes limpias de su natal Santa Marta. Yo no había
conocido un costeño mas serio y responsable que él, consagrado a lo suyo, por que
si se trataba de la familia no podía mirarla sino como un templo y si se
trataba de su trabajo, como un deber y si se trataba de la lealtad con un partido político como una orden.
Conservador de principios para quien el orden, la disciplina, la
jerarquía, son los elementos esenciales para construir una personalidad y para
manejar una sociedad. Le dedicó mucho tiempo a su partido,
doliéndose si de la suerte última en que casi desaparece de la escena
política. Su vida se repartía pues, entre el trabajo de la odontología, y su
entusiasmo por la política.
Cuando abrió su consultorio
alrededor de la calle 34, en donde precisamente tenia también su
consultorio mi padre, la odontología estaba
dando un vuelco tecnológico , pues se pasaba de una etapa heroica en que el
paciente llegaba como al patíbulo, a otra con mas humanidad y con más técnica.
Ya no era el impulso de la mano para sacar
las muelas díscolas, así, de sopetón, sin algo que mitigara semejante entuerto, sino con la anestesia que permitía
que el odontólogo bordara su obra sobre
la dentadura del paciente.
Y Carlos Maiguel se preocupaba por el desarrollo de la política y buscaba
contacto con la gente para sacar adelante su partido. Si la odontología era su dedicación,
la política era su pasión. Y prestó su servicio precisamente a la salud en
Santander, cuando fue llamado a la secretaria de salud de Bucaramanga, en donde
desarrolló una gran labor en beneficio de la comunidad.
Los años fueron pasando
y el inevitable desgaste empezó a minar poco a poco su salud, dentro de ese proceso que no da tregua. Vivió además, su fe de católico practicante,
tratando de ajustarse a sus normas y reglas, cuando la muerte decidió llevárselo.
Lamentamos de veras
el no haber podido asistir a sus exequias, para haberle rendido el
tributo de nuestra amistad. Paz en su tumba.
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