Angelino soñó que el presidente Juan Manuel Santos iba en camilla hacia la mesa de operaciones y que la intervención quirúrgica se haría con
anestesia general. Ese punto se lo había aprendido de memoria: cuando el
presidente no tenga conciencia por estar privado de ella en una operación de
carácter general, el presidente debe ser remplazado por el vicepresidente. Y se
vio subiendo las escaleras del capitolio
en medio de la plaza llena de sindicalistas, con banderas de las tres
centrales, con sus viejos compañeros de lucha enfundados en vestidos de paño
liviano y corbata amarilla. Y que de pronto se volvía hacia la plaza colmada, para recibir el aplauso
de todos. A continuación seguía subiendo las escaleras hasta llegar al
hemiciclo en donde lo esperaban los parlamentarios y el cuerpo diplomático para
su posesión como primer mandatario de los colombianos, mientras el presidente
se hundía en el quirófano a la espera de cinco horas de intervención. Se
escuchaba el bullicio de los
sindicalistas que no se callaban y el grito de “el pueblo unido jamás será vencido” se repetía hasta el cansancio , mientras se
estrellaba contra las paredes de la catedral y volvía hacia la plaza. Y se
intuía el momento culminante, cuando Roy
Barreras llegara con la banda presidencial y se la colocara entre pecho y
espalda. Dos vallecaucanos se abrazaban olorosos a lavanda y poder. Y luego el discurso de Roy
Barreras, cuando emocionado le dijera en
lenguaje vallecaucano: Señor Presidente. Ahí se le erizaría la piel. Y se le volvió a erizar, cuando
pronunció su discurso de posesión. Ya estaba en la fila de los inmortales, de
los otrora Bolívar, Santander, Núñez. Pero faltaba el sueño de Roy. Y comenzó
casi al mismo tiempo de el de Angelino, solo que con más vueltas. Porque
primero vio que pasaban en camilla al presidente para la sala de operaciones
con anestesia general. Y luego llegaban hasta el apartamento del vicepresidente
los médicos seleccionados para examinarlo
y dictaminar su incapacidad . Ya con el
certificado de los galenos de la incapacidad del vicepresidente para asumir la
presidencia, debía regresar al Congreso para que éste procediera a nombrar a
quien debía remplazar al primer
mandatario en esta emergencia histórica, en que los dos sujetos del poder se
inhabilitaban físicamente. Ahora entraba él, como presidente del senado y con
su ascendencia partidista, a que el Congreso en pleno lo acogiera como nuevo
mandatario de los colombianos. Y se repitió la historia de Angelino, solo que
la plaza de Bolívar no estaba llena de sindicalistas, sino de desempleados. Gozó
igual que Angelino cuando le pusieron la banda presidencial, cuando los
parlamentarios y el cuerpo diplomático se estremecían en aplausos y cuando él, con pulso de
cirujano, tomaba el grueso legajo de
papeles en que iba su discurso de posesión. Y que la gloria le caía en picada.
Sin embargo, ni Angelino ni Roy contaban
con el desplante de torero del presidente, cuando definió su operación como no invasiva y por lo tanto, no perdería en ningún momento la conciencia
y seguía siendo el presidente de los colombianos aun desde la misma mesa de
operaciones. Entonces, fue el fin del sueño. De los dos sueños.
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