POR: RAUL PACHECO BLANCO.
La gran diferencia
entre García Márquez y Murakami está en que el primero funda su obra sobre la
ficción, sin contemplaciones. El mundo que se vive es irreal, fantástico, o
mejor, mágico. Sus personajes aunque se
nutren de ciertas raíces regionales, sin embargo son personajes mitológicos, algunos cercanos a la
animalidad, fruto todo ello de la endogamia y de la reciente creación.
La cosmovisión es costeña, pero la historia de la cual se
nutre es colombiana y sobre todo, transcurre en el siglo X IX y comienzos del
XX. Y los personajes aunque son muy costeños, sin embargo, tienen rasgos que bien pueden ser del general Uribe
Uribe en cuanto se refiere al coronel Aureliano Buendía, y la guerra de los mil
días flota sobre la narración y le da base a la especulación de esos días en Macondo.
La narración es pues, de un tiempo pasado, allí no se vive el presente y está a
años luz de lo que vivimos hoy.
De ahí que la técnica
que se impone es la del cuento, de contar algo que ya ocurrió y no que está ocurriendo, como es el estilo de la novela. Nos estamos refiriendo más que
todo a Cien Años de Soledad, la obra más importante de García Márquez, pero
tiene validez para el resto de la obra.
Y tan es así, que cuando García Márquez quiere enfrentar el
presente, como en la Crónica de un secuestro, lo hace con una técnica más periodística
que literaria. García Márquez no ha querido o no ha podido meterse en su
tiempo, el actual, como lo hizo el chileno Roberto Bolaño cuando vivió en México y narró el estado de cosas con
una mafia rebotada y haciendo de las suyas.
En tanto que Murakami, no obstante ser el heredero de la literatura oriental, con
toda la carga de irrealidad, de fantasía, pues de allá es de donde vienen las
alfombras voladoras , sin embargo él si se mete en la realidad de su tiempo, de
su época y con un lenguaje novelado, que permite la inmediatez entre el autor y
el lector.
Los personajes pues,
se ven por las calles, no son mitológicos, sino de carne y hueso. Pero eso no
quita que cuando uno de sus personajes necesite traspasar un muro, lo hace, sin
que se vea exótico, antes más bien se hace con tal naturalidad como si en
realidad las personas pudieran traspasar las paredes.
Así que lo real y lo
fantástico se ensamblan, se unen en un mismo relato, sin que desentone. Como si
desentonaría que apareciera en Cien Años de Soldad la invasión de la mafia bien sea de los
carteles de la marihuana o de la coca.
Eso hace de Murakami un novelista muy completo, totalizador,
que se nutre tanto de la literatura occidental con su realismo, como de la
literatura oriental con su fantasía. Lo que no ocurre con Pamuk, por ejemplo,
quien se bate con un estilo típicamente occidental, con su realismo, y con el
deseo de ponerle artesanía a la prosa, como Flaubert, por ejemplo..
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