POR: RAÚL PACHECO
BLANCO.
Como no habíamos conocido un argentino humilde, se nos hacía
raro que existiera uno así, jugador de futbol, sencillo, parco en el hablar. Pero
existía Lionel Messi, la antítesis precisamente de Diego Maradona, de ego
inflado y palabra de mucho moño. Aquel, quien sin ser líder comanda todo el juego
de su selección. Que no necesita de las palabras para hacerse entender en el
lenguaje del fútbol, que sus disparos son órdenes, que sus pases llevan un
internet de la cosas adherido a sus guayos, que su manejo del área final es de
relojero, dominando el espacio como si fuera un astronauta y su cerebro capaz
de imaginar cien jugadas a la vez pero no le cuesta trabajo resolver en
milésimas de segundo, una. Así que él no necesita de ser líder porque esta tan
lleno de fútbol que sus solo gestos producen pánico, no obstante que en sus
ojos solo se vea la preocupación de un bebe porque no le han dado su tetero de
la mañana. El no necesita ponerse bravo para que le obedezcan, porque todas las
órdenes salen de sus guayos. Y menos decir malas palabras para poner en aprietos
la defensa, ni intimidar con la patada aleve, ni el codazo traicionero. Todo lo
que hacía Maradona lo hace él sin necesidad de espelucarse, ni de agredir, de
transgredir normas, de meter goles con las manos, porque eso no lo sabe hacer.
Solo mete goles que salen de sus gloriosos guayos. Para qué necesita ser líder de
la selección argentina si está de por
medio su genio, que pone a jugar el equipo y hace los goles que le da la gana,
sin aspaviento, o solo con la alegría con que sale un joven al recreo de su
clase o luego de comerse una paleta. Porque en el momento supremo del gol, se
emociona como un niño y no pide la gloria de los torreros que se paran en la mitad
de la plaza para que los ovacionen cada vez que hacen una faena, o matan al
toro. El solo cumple, sus goles son simples actos del servicio como se dice en
la vida militar. Su liderazgo es mental, porque el universo del futbol le cabe en
la cabeza y echa por donde es, por donde están los goles. Y como si fuera poco,
no lo bautizaron como Leonel, sino sencillamente Lionel, que es como lo llaman
en la cancha sus compañeros de juego. A él le quedaron debiendo el argentino.
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