POR: RAUL PACHECO BLANCO.
La llegada al poder de Anastasio Somoza en Nicaragua en los
años treinta del siglo pasado, implicó, además, la instalación de una saga de
familia que se apoderó de todas las actividades de la república centroamericana.
No se movía una hoja sin el visto bueno de Anastasio y luego de su dinastía,
pues aquí en Latinoamérica se heredan los turnos presidenciales como en las
monarquías europeas. Tan pronto llega al poder un líder destacado, su familia adquiere
el derecho a convertirse en una casa presidencial con vocación hereditaria Y
desde luego, en su persona se confunden los tres poderes y lo demás son simples
armazones formales. Anastasio Somoza llegó al poder en 1.937 y se instaló diez
años. Luego volvió en 1.950 y estuvo hasta 1.956,cuando es asesinado y por ese
hecho es ungido nuevo presidente su hijo. Somoza en un principio supo ganarse
la confianza del gobierno norteamericano. Liquidó a Augusto Sandino, jefe
izquierdista, que vino a dar nombre al movimiento que hoy está en el poder con
Daniel Ortega. Como dictador de Nicaragua Somoza fue acumulando una gran
fortuna hasta el punto de ser propietario del 50% de las tierras cultivables,
con casas en las principales ciudades de Nicaragua, sastre londinense, autos de
lujo, para llegar a ser el quinto hombre más rico del mundo. Los sandinistas
armaron las guerrillas y llegaron al poder con Daniel Ortega. Y pusieron en
vigencia las ideas socialistas, subsidiando a las clases pobres como ha sido la
fórmula de estos socialismos nuevos. Y llegaron al poder en i.979 para
permanecer en el gobierno hasta 1.984 cuando perdieron las elecciones y
tuvieron que volver a la oposición. Lo recuperaron en 2.008 y acaba de
postularse nuevamente para la reelección Daniel Ortega. Desde luego se apoderó
de los tres poderes, en donde una Corte sumisa le concedió el actual periodo de
reelección, alegando que el derecho al voto era un derecho instituido por el
constituyente primario en tanto que la no reelección era fruto de un acto
legislativo del constituyente secundario. Lo cual nos viene a indicar, que bien
sea del lado de la izquierda o de la derecha, lo cierto es que el poder se entiende
en Latinoamérica como el privilegio de unos pocos, a los cuales el pueblo ha ungido
y que la democracia por tanto, no tiene nada que ver con un sistema de leyes, con
la separación y el equilibrio de los poderes ni con un sistema electoral
debidamente estructurado.
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