Coetzee nos pone a pensar en
la novela “La Infancia de Jesús “ sobre lo que sería la niñez de Jesucristo en caso de que aceptáramos la
versión tradicional de ser al mismo tiempo hijo de Dios e
hijo del hombre. De si fue concebido sin pecado se queda con el vacío de
un padre hombre y ,por lo tanto, Jesucristo
sería en la tierra un huérfano.
De ahí que la novela
arranque precisamente con un niño
perdido , solo con una carta de presentación que contiene la noticia de quienes
son sus padres y, que luego de un naufragio solo se salvan él y su padrino por
adopción, Simón. La intuición del padrino lo lleva hacia donde juegan tenis
unas personas y allí se encuentra la madre, a quien le propone de entrada Simón,
que se quede con el niño porque ella es su madre. Pero la madre no tiene por
donde considerarse madre, más sin embargo , se hace cargo de él y empieza a
educarlo. Y el niño se las sabe todas,
tanto, que su profesor se siente desplazado y pide que se lo lleven a otro
sitio en donde haga menos estorbo, pues simula inclusive que no ha aprendido a leer y escribir, cuando si lo sabia, a tal punto, que
lee divinamente Don Quijote, y se lo
sabe casi de memoria.
Y juega Coetzee con la ambivalencia Dios –hombre, cuando el
niño habla de ser invisible y de formar castillos en el aire y hacer ver que
pertenece a otro planeta y no a este. A tal punto, que es un desadaptado que
terminará seguramente donde el psiquiatra, porque no resistiría el vivir en dos mundos. Es más, llega a
decirle tanto a Inés, su probable progenitora, como a Simón, su padrino o padre adoptivo, que viene siendo el papel de San José, es decir puramente decorativo, que no los quiere. Así de simple.
Por lo tanto, o es Dios y se va para el cielo , o es hombre y
se queda aquí entre sus iguales en la tierra. Hay que destacar también la parquedad en los
medios de expresión de Coetzee, ya que no se detiene en descripciones, ni en hacernos un dibujo de
la personalidad de sus actores, ni en
trabajar la prosa al estilo latinoamericano, ahorra las palabras con un decoro franciscano y construye
ambientes poco elaborados. Él va a lo que va, dialécticamente, sin detenerse en
lo decorativo.
Es decir, Coetzee nos quiere mostrar las incongruencias que
resultarían , bajo el punto de vista puramente humano, de tratar de fusionar dos cosas al mismo tiempo : lo divino y lo humano.
Y todo, dentro del ámbito literario.
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