POR: RAUL PACHECO BLANCO.
El hombre quedó intrigado cuando se le acercó alguien con acento extranjero
que luego se identificaría como acabado de llegar de Puelto Lico, con ese
acento perdido entre el lenguaje gringo y puertorriqueño. Le preguntó dónde
quedaban los centros comerciales porque un taxista lo había dejado en la
carrera treinta y tres, luego de recogerlo en el hotel Chicamocha. Entonces le contestó
que efectivamente estaban cerca los
centros comerciales de Cabecera, pero que además podía encontrar otros en
Floridablanca. Fue entonces cuando sacó un fajo de dólares y se los mostró,
agregando que el chofer le había cobrado veinte dólares por traerlo del
Chicamocha hasta allí. ¿Le parece exagerado?. Si.¿ Usted conoce Miami? ¿Cuánto
hace que no va, por qué no ha vuelto?. Y fue atropellando con preguntas así,
sueltas, mientras volvía a meter en el bolsillo del pantalón el abultado paquete de
dólares. Pero el hombre se sorprendió al
ver que el puertoriqueño no avanzaba en su objetivo y se quedaba en medio
camino y, de pronto, se despidió y se fue.
A los pocos meses se volvió a encontrar no con el mismo hombre, pero con
el mismo cuento: el lugar, el mismo, la carrera treinta y tres. Y sí, se
acababa de bajar de un taxi que lo había
traído del hotel Chicamocha hasta la carrera treinta y tres y que le había cobrado veinte dólares. Además, le preguntó
que aquí en Bucaramanga cómo hacían para diferenciar entre las carreras y las
avenidas, porque en Puelto Lico las avenidas eran avenidas. Yo vengo de
Orlando, ¿usted conoce?, si le contestó el hombre, y cuanto hace que no va?,
cómo seis años, y ¿eso por qué no ha vuelto?, no hay plata. Luego
el puertoriqueño sacó un fajo de billetes y se los mostró al cliente sin saber éste si iría a conocer el
final del cuento, para descubrir si era tan guevón como se creía. Pero no, el
puertorriqueño metió en el fondo del
bolsillo de donde los había sacado, el fajo de dólares. Y añadió: ¿le parece
ajustada la tarifa que me cobró el taxista?. No. ¿Y cuánto vale una carrera
como la que acabo de hacer?. Por ahí menos de dos dólares. Y se repitió la
misma escena del caso anterior, el puertoriqueño se despidió y se fue, quedando
el pobre hombre frustrado porque no había logrado saber el objetivo que buscaba
el puertorriqueño en su recorrido desde el Chicamocha hasta la treinta y tres.
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