POR: RAUL PACHECO BLANCO.
Ya va para rato la polarización que existe en la opinión pública
entre partidarios del expresidente Uribe y el actual presidente Juan Manuel
Santos. ¿Se puede romper? En un primer lugar podemos anotar cómo el país no
está dividido en derecha e izquierda, como en la mayoría de los países. Aquí
esa lucha está completamente personalizada, referida a dos personas, Santos y
Uribe. Por ejemplo en el problema de la
paz no se concibe una paz colombiana, sino una paz santista o una uribista. Y
cuando se produjo el plebiscito, los medios de comunicación salieron a repetir
en coro que había triunfado la paz uribista, que el vencedor era el
expresidente Uribe. Lo cual fue desmentido por la propia realidad y por los
propios protagonistas, pues los verdaderos vencedores fueron núcleos muy
compactos de opinión, en donde no estaban necesariamente involucrados los dos
sectores. La izquierda a su vez no es tan fuerte que pueda representar una
salida a través bien sea de Petro, de Robledo o Clara López. Como tendencia es
minoritaria y por ahora no se le ve opción alguna de llegar al poder. En
segundo lugar podemos ver también que ya el país no está dividido entre
conservadores y liberales. Los dos partidos se encuentran atomizados y no hay un
liderazgo marcado de algún personaje que pueda romper el esquema Santos –Uribe.
El conservatismo como partido está perdido desde hace rato y no aparece
caudillo alguno que lo empuje y que lo recomponga. Figura como jefe un doctor
Bargüil que no se sabe de dónde salió y que forma parte de un anillo de poder
tan fuerte que da para todo, pues está compuesto por el hombre más rico del
país, Luis Carlos Sarmiento Angulo, cuya hija está casada con una de las hermanas
del doctor Bargüil y éste a su vez está
casado con una hija del expresidente Cesar Gaviria. Desde ese polo de poder
tampoco surge la respuesta. Por el lado
conservador no se da. La única posibilidad que pueda romper ese esquema es la
del vicepresidente German Vargas Lleras, quien representa una de las casas
presidenciales, lo que unido a la fuerte muñeca del vicepresidente puede llegar
a despolarizar el eje Santos-Uribe. Su campaña presidencial arrancó desde que
le cambiaban de pañal y ahora con la propaganda en los medios de comunicación sobre
el plan de obras públicas que adelanta la vicepresidencia, con una
periodización que llama la atención por lo costosa y lo vistosa.
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