POR: RAUL PACHECO
BLANCO.
La impronta santandereana era la guerra. Todo el mundo tenía
que oler a pólvora. Y estar armado y haber matado aunque sea un policía o un
ladrón. Ese patrón se sostuvo desde la
rebelión comunera de 1.781 en donde imperó el matoneo y el saqueo, hasta que
las traiciones entre los mismos protagonistas la hicieron fracasar y todos
salieron en polvorosa, porque cuando Galán se quedó solo, luego de sus fechorías
y de haber traicionado la rebelión al negarse
a cumplir la orden de captura contra el recaudador Gutiérrez de Piñeres,
todo quedó en un punto muerto. Y la impronta siguió campante hasta el siglo
XIX, aupada por los radicales quienes sentaron plaza en la región para
incendiar al país, mediante la paradoja de que luchaban por la razón ,según el
decir de los cartesianos de Curití y Luchadero. Era tal el ánimo guerrero, que
Luis Emilio Villar se tiró la guerra de los Mil Días, porque arrancó antes de tiempo,
cuando apenas Uribe Uribe y Benjamín
Herrera, los verdaderos capitanes, se levantaban de sus camas. Y si faltaba
algo más, ahí estaba el Leon del Norte, el general Solón Wilches para dar un golpe de estado velado por una
constituyente espúrea, compuesta en su mayoría por familiares y amigos, ya
dentro del ángulo de los independientes y precisamente contra los radicales. Y cuando
todo el estado de Santander, el norte y el sur, se rebeló contra el general y
acampaban cerca al Socorro para diseñar la estrategia de toma del gobierno y
apresamiento del general, el general les cayó de sorpresa en el campamento
adversario y les propuso que abandonaran esa guerra chiquita contra él y se
fueran más bien sobre Bogotá en una guerra ahí si nacional y no de provincia y
de cuarta como la que ellos llevaban. Es que nosotros no venimos a encumbrarlo
más a usted le contestó uno de los radiales, aquí lo que vinimos fue a
tumbarlo. Santander se salvó en el siglo XX luego de superar la violencia
partidista y se pudo ver la obra de sembradores de empresas, como Alfonso Silva
Silva, Apolinar Pineda, Abdón Espinosa, Nepomuceno Cartagena, Pedro María Buitrago, los Peña , Alfredo y Ambrosio, Armando
Puyana, Emilio Suárez , los Silva
Valderrama, los Penagos, los Haskpiel., los Ardila Casamitjana. Ellos le
pusieron base a la pujanza de ahora, cuando
Santander es el segundo departamento con menos pobreza en el país, tiene la
clase media más extensa y más rica ,el mayor PIb del país, su desempleo es de los menores, la salud ha
tenido unos desarrollos muy exitosos debido a personas como Virgilio Galvis y
Víctor Castillo, entre otros, las universidades han crecido en numero y sobre
todo, el motor de la gente cambio. El paradigma de la guerra, del valor pasó a
la historia y se instaló un espíritu de trabajo admirable. Aquí hay una base de
microempresarios que sacan la cara por la región. En fin, Santander se salvó ,
porque a comienzos del siglo XX, luego de la Guerra de los Mil Días, mientras aquí estábamos levantando los últimos muertos de
la guerra de Palonegro, en Antioquia se inauguraban las empresas textileras y
convertían la región en un nido del progreso y desarrollo y, ahora en cambio , ya no levantamos cadáveres
sino empresas, por bien pequeñas que sean.
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