POR: RAUL PACHECO
BLANCO.
Tenia razón Oswaldo Spengler al escribir La Decadencia de Occidente a
principios del siglo pasado, cuando se vivía un periodo de guerra en Europa y trataba de explicar el destino de las culturas
al considerarlas como organismos vivos que realizaban el proceso del
nacimiento, desarrollo, florecimiento y
decadencia . Dentro de ese ambiente de pesimismo, Spengler trazaba los límites de la cultura de occidente, que
daba ya sus frutos y se iba sin remedio hacia la decadencia. Se vivía la
modernidad con la impronta racionalista a punto de entrar en crisis, pues no
muy adelante vendrían los hornos crematorios y el sacrificio de millones de
judíos a manos del régimen hitleriano. Y
si se trataba de estirar un tanto la cultura iría a empatar con la posmodernidad nuestra en que el
espiritualismo , el esoterismo y el auge de las religiones entraría para desplazar la época de la razón. Y tenía razón Spengler , pues la decadencia
de occidente se manifiesta en la crisis que vive actualmente Europa, no
obstante haber logrado el megaproyecto de la Unión Europea , la pérdida de
influencia de Estados Unidos y el
surgimiento de China y la India como potencias , asumiendo el liderazgo de la
cultura oriental sobre la occidental. Algo así
le ha sucedido al partido
conservador que nació en 1.849 cuando Caro y Ospina estructuraron
el programa conservador. Se desarrolló
luego durante la época del Radicalismo, escaló por los predios de la Regeneración
y Rafael Reyes, hasta llegar al pleno florecimiento en las presidencias de Marco Fidel Suarez, José
Vicente Concha, el general Pedro Nel Ospina y don Miguel Abadía Méndez. Se
vivió la
República Conservadora cuando el
país echó las bases para el proceso de
industrialización dentro de un ambiente de paz como nunca lo tuvo ni lo ha
vuelto a tener el país . En este periodo el país se capitalizó y dio pie a lo que vendría después,
aprovechando el auge de las exportaciones de café. Se sembró prácticamente el producido del café. A partir de ahí viene la decadencia
y aparece Laureano Gómez quien llegó a
tener una oportunidad de echar el país hacia las ideas que en Europa ponían en
practica Konrand Adenauer y Alcide De Gasperi, creadores de los partidos socialcristianos,
y poniéndole piso sólido al estado de bienestar que luego sería tomado por las
izquierdas a nivel mundial, cuando su creador había sido precisamente
Bismarck en el periodo de la unificación alemana. Laureano Gómez creó un clima de pugnacidad que
primero dividió al partido y luego
fomentó la violencia contra el liberalismo
a tal punto, que resultó satanizado por
la opinión pública. De ahí que ni
siquiera los relevos generacionales de Alvaro Gómez, Belisario Betancur y Misael
Pastrana pudieron detener esa decadencia que ahora se confirma cuando no ha
aparecido una figura de relevo, pues la más promisoria, como era el exministro
Luis Felipe Arias, resultó involucrado
en el caso de Angroingreso seguro.
Y como si fuera poco, otra figura de relevo como el nariñense Albornoz, también propició o permitió que se cometieran toda clase de
irregularidades en el manejo de los bienes de los narcotraficantes, en donde
cayeron también prestantes jefes conservadores.
Para abonarle luego el impacto de las autodefensas que tiene también a otros en la cárcel, la roya
uribista que se fue tomando la base del partido y una política subalterna hacia los gobiernos de turno.
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