POR: RAUL PACHECO
BLANCO.
Pasar de Mo Yan a Le
Clezio es como pasar de una película de
acción a un documental sobre las ruinas de una ciudad desconocida. En Moyan la
narración y la descripción se juntan y en Le Clezio se convierte en una
descripción de cosas, de elementos. Es la relación del hombre con las cosas, con
los elementos, que lo llevan a ese caos de las ciudades modernas. Si uno logra
salvarse del tedio que le produce leer las primeras cincuenta páginas de El Diluvio, puede entrar luego a disfrutar
de diálogos sesudos, como el que sostiene Benson con el ciego de la esquina y
de otros más que ahondan en lo humano luego del permanente estar sobre las
cosas. Hace unos años Alain Robbe
Grillet puso muy en boga lo que se llamó el “objetalismo”, que consistía en
darle más realce a las cosas, a los objetos, que a las personas. Parece que Le
Clezio retoma el estilo, pero combinándolo con mucha destreza con el análisis
de problemas humanos. Así que en la
novela no existe el hilo conductor de una trama, del dibujo de ciertas
personalidades, de hechos deliberados. No hay argumento. Por eso la dificultad
en su lectura, ya que de no existir un propósito de llegar hasta el final y
sobre todo, de formarse un juicio cabal sobre al autor, se desistiría, como decíamos
al principio de su lectura. Yo intenté varias veces hacerlo, pero luego de investigar
sobre el autor llegué a la conclusión de que valía la pena insistir en el propósito
de entenderlo o por lo menos de apreciarlo
en algún aspecto. Debemos partir si, de
la base de una traducción muy
regular en que uno encuentra como
una docena de errores de conjugación del verbo andar y se repite también el verbo devenir como más frecuencia de lo
debido. Ahora ,la edición de Planeta se parece a las piratas por lo ordinario
del papel , el tipo de letra y el trabajo editorial. Fue un desacierto la
edición de la editorial.
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