POR: RAUL PACHECO
BLANCO.
Una oposición seria, numerosa, lo suficientemente
organizada, con un jefe a quien todos obedezcan y tenga trazas de caudillo, no
hemos vuelto a tener. Se sentía nostalgia de las épocas de Laureano Gómez, cuando
estremecía el senado con sus catilinarias , o en la época de Gaitán, o cuando
Alzate Avendaño enfrentó con un grupo de
parlamentarios muy talentosos el
gobierno de Laureano Gómez. O cuando el MRL, con el grupo de López Michelsen y Alvaro Uribe Rueda. La idea de un ejecutivo fuerte fue ganando
terreno hasta el punto de eliminar la oposición o reducirla a su más mínima
expresión. Sobre todo en el gobierno del presidente Uribe el “unanimismo” se
apoderó del medio y solo figuras aisladas como el senador Robledo y Gustavo
Petro hacían una oposición que valiera la pena.
Y ahora llegamos a la presidencia de Juan Manuel Santos, quien ya es
fama que no se para en pelillos para anestesiar cualquier brote pendenciero,
aniquilándolo con con gases burocráticos , de efectos letales, porque no hay
arma más letal que la nómina oficial. Afortunadamente apareció el expresidente
Uribe, quien nos puede prestar el gran servicio de armar una verdadera
oposición, de darle perfil, de crear un gabinete en la sombra y jugarse la
alternativa. Como la política es lo más
dinámico que existe y hoy puede ser lo que mañana no será o viceversa, las
circunstancias han modificado un panorama que antes se veía muy despejado para
el presidente Santos y que ahora se ve oscurecido, luego de hechos tan pesados
como la pérdida de mar territorial. Según ultimas encuestas el expresidente
Uribe se encuentra en mejor posición que el presidente Santos y de ahí que una
lista para senado encabezada por el expresidente, puede llegar a montar una
oposición como Dios manda. Ya se mencionan a exministros de Uribe en esa nómina,
que entraría a formar un bloque de oposición que llevaría el sello uribista ,
en donde la disciplina de grupo primaría por encima de todo. Así que de hecho se conformaría la figura del
jefe de la oposición, de la bancada como organización parlamentaria y una política definida. Por su parte el Congreso ha perdido su norte,
ya no es el centro de los grandes debates nacionales y su función es algo
meramente residual . Pero los debates se
hacen en la prensa, en la radio, en la televisión, en twitter, pero no el en el
Congreso. Así que esa llegada de esa tropa de asalto al congreso es bien
recibida por la opinión pública, porque viene a darle una fuerza que ha perdido,
que no tiene en la vida nacional. Ojalá allí se realicen todas las discusiones
que necesita el país. El expresidente Uribe maneja una dialéctica implacable y
si bien es cierto se le va la mano en expresiones de bajo calibre nunca lo
hemos visto envuelto en una gresca, en una pelea a puño limpio. Estamos pues, a
las puertas de un renacimiento del congreso como foro de ideas, de inquietudes,
de programas, de “retozos democráticos”.
A su vez la izquierda democrática
quiere también convertirse en actora en los nuevos episodios y el grupo que se
formó en Medellín, puede que se aglutine alrededor de un buen grupo de
parlamentarios, como Navarro Wolf y de un candidato presidencial tan
presentable como José Antonio Ocampo. Todas estas son buenas noticias para la
democracia colombiana.
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