POR: RAUL PACHECO BLANCO
Tenemos dos ejemplos: el de Pacho Santos y el de la
izquierda colombiana.
En el caso de Pacho Santos lo peor que le ha sucedido hasta
ahora es el fuego cruzado de su propia familia, que lo ha zarandeado en la
forma que ha querido, tratando de rebajar su imagen ante la opinión pública.
Que se cayó del zarzo dice Juan Manuel Santos, en su célebre
papel de comediante. Y luego su sobrino Martin le endilga que tiene un tío
marihuanero, precisamente cuando se estaba preparando para viajar a Washington
para posesionarse de la embajada.
Y no le perdona a Pacho Santos el que se hubiera convertido
en seguidor impecable de Alvaro Uribe, aun a costa del papel que debe desempeñar
su apellido en la historia de Colombia, cuando Juan Manuel se fue al otro lado
tratando de encontrar el hilo perdido de Eduardo Santos, su entronque más
fresco con la historia.
A Pacho Santos no le perdonan que hubiera sido vicepresidente
y que ahora se apreste a llegar a la
embajada de más rango internacional como lo es la embajada en Washington. Hacen
mofa de esos logros.
Él no se siente herido y deja pasar las ofensas como un acto
del servicio.
Y el caso de la izquierda, que le garantiza a la derecha
estar tranquil, por un largo rato, dado
que Gustavo Petro y Jorge Enrique Robledo no se pueden ver ni en pintura.
Dígalo no más el caso de la jefatura de la oposición que según los resultados
de las últimas elecciones presidenciales eligieron por ocho millones a Petro como
jefe de la oposición. Pero esto no es reconocido por Robledo quien desde el primer
momento se dio tentado a acudir a toda
clase de argumentos, con la casuística escolástica en mano, para tratar de
enervar un posible efecto del electorado en la denominación de jefe de la
oposición, en que el parece haberse estacionado.
La oposición no pudo
ponerse de acuerdo en ese saque inicial y por lo tanto hará una oposición
dividida entre los distintos sectores.
De tal manera que la derecha y el gobierno tienen asegurado
su futuro pues la pelea interna es más brava que la externa. ¿Quién se imagina
a Petro cediéndole el paso a Robledo?. O al contrario, ¿Robledo cediéndole el
paso a Petro? Como lo dijimos al principio, no hay peor cuña que la del mismo
palo.
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