Ahora, en la parte futbolística si bien es cierto figuraba
como un equipo acoplado, sin embargo
nunca buscó su propia propuesta de juego, su estilo. Siempre dejó en manos de
los contrarios el que impusieran su patrón de juego, acomodándose a la
propuesta del contrario. En este aspecto faltó un poco de imaginación, de iniciativa, de
audacia para buscar un estilo propio que lo identificara ante los extraños.
Por ejemplo, el técnico Sampaoli logró imprimir un estilo de juego tan dinámico
a la selección de Chile, que la transformó y la llevó al más alto rendimiento.
Era una propuesta a base de pasos largos, rasante y remates desde todos los
ángulos.
Luego, es cierto, que ese mismo técnico fracasó con la
selección argentina, le pudo el peso de sus compatriotas y las cosas cambiaron.
Pero lo cierto es que Sampaoli le imprimió
un estilo al seleccionado chileno que lo hizo grande.
El equipo colombiano en cambio, jugaba basado en la iniciativa de sus jugadores, sin un
libreto previo, siempre enderezado a contrarrestar el juego del adversario,
pero sin proponer un juego ofensivo o defensivo.
Siempre el equipo dependió de la capacidad para ordenar el
juego de James Rodríguez y de la capacidad goleadora de Falcao García. Esa era
la estructura del equipo y de ahí no se movió.
Por eso hace falta un
entrenador que dado el auge del futbol europeo, enderece por ahí su libreto, en
el concepto que bajo mi punto de vista es una síntesis del fútbol
latinoamericano y el europeo.
Los equipos europeos siempre basaban su fortaleza en la
parte física y corrían como unos desesperados, todos al ataque, casi sin
concierto alguno. Y los lainoamericanos, en cambio, controlaban el balón, lo
paseaban por toda la cancha y cuando se presentara la oportunidad pateaban al
gol.
Ahora los europeos incorporaron la técnica del control del
balón, pero le añadieron la capacidad ofensiva. Y les dio resultado, pues se
llevaron la última copa.
Pero lo que hay que
admirar más en el profesor Pekerman es la identificación sentimental con el
equipo, en cuerpo y alma.
Había que verlo en
los partidos por televisión, estremecerse cuando se jugaba en contra de su
equipo, su nerviosismo ante un penal, que prefería no mirarlo patear. En fin, una
total entrega, que se manifiesta además, en el desgaste físico que sufrió y se
le nota por encima el cansancio y la responsabilidad que mantuvo, pues el
hombre termino acabado. Eso de que el argentino es sobrado para todo y nada lo
inmuta, no es cierto. Perdón, en éste caso.
Por eso merece el agradecimiento no solamente de la hinchada
sino de los colombianos todos por la dignidad con que siempre llevó su cargo. Y
se fue dolido con los medios de comunicación por el trato que recibió: para
ponerlo en términos bogotanos, en la forma más vergaja posible.
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