POR: RAUL PACHECO BLANCO
Y quien haya estado y estudiado en esa Universidad, se da
cuenta de “estar” en una monarquía muy
bien plantada, ejercida por la familia Hinestrosa.
Y que al frente de tal obra se hallaba en primer lugar Ricardo Hinestrosa, un
ilustre jurista liberal, que había llegado allí para continuar la obra de los
fundadores. Y luego como heredero de la misión, Fernando, su hijo, quien la
hizo grande, visible, importante.
Y todo dentro de
un estilo mesurado, de una honestidad a
toda prueba, en donde nadie se sintió perseguido, ni los rectores andaban
detrás de las alumnas para mejorarles las notas, ni viajes planificados al
exterior con motivos que no tuvieran que ver con la universidad, ni se subían
los sueldos por encima de lo justo, ni echaban mano de los fondos de la
Universidad.
Allí pues, hay una
línea dinástica de muy buena hondura, que trató de combatir el doctor Montealegre
con un estilo demasiado jacobino. Ya se había establecido una tradición que
mostraba su estilo y se posicionaba. No había para qué interrumpir en forma por
demás abrupta este trabajo de muchas generaciones que fue acumulando su
prestigio.
Fernando Hinestrosa la llevó a una nueva sede, con todas las
comodidades de la educación moderna, se rodeó de un cuerpo de profesores de
primer orden, formó juristas, no abogados.
El doctor Montealegre ha dado la impresión de un Robespierre
fuera de época, tratando de guillotinar una tradición de siglos.
Allí en el Externado siempre ha imperado el orden, la moral,
la jerarquía, la decencia, la honestidad. Es un
auténtico centro de estudios donde sus alumnos van a aprender, no a
pasar el tiempo armando motines, ni echando piedra, ni faltándole al respeto a
los profesores, ni introduciendo ideas malsanas, simplemente estudiando, como
en la Edad Media cuando se fundaron las universidades.
Ahora, que el doctor
Henao haya dado malos pasos en la constitución de un orden para reinsertar a la
guerrilla, acompañado del abogado español Santiago, no desdice de la seriedad
con que es tratado el derecho, quizá con cierta tolerancia que muchos no
entiendemos o quizá con la ingenuidad de un paisa de arriería pero con ideas
bien puestas, organizadas, propias para enderezar situaciones que vienen de
tiempos muy antiguos.
Dejemos que ese espacio para la ciencia y la inteligencia
siga dentro de ese orden monárquico que le imprimieron los segundos fundadores
de la Universidad.
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