POR: RAUL PACHECO BLANCO
La crisis de los periódicos está cantada desde hace rato, la
tecnología lo invadió todo y en materia de información se imponen los medios
virtuales como el internet que ha acabado con la soberanía de los países y de
paso con los diarios en papel. Afortunadamente ya se han dado pasos importantes
como el que dio El New York Times, que cobra por la lectura de su edición
virtual, como ya lo está haciendo la revista Semana, que tiene con candado su
material de lectura y solo lo permite a sus nuevos suscriptores.
Uno se da cuenta de diarios como el Tiempo de Bogotá, que
unos años atrás se daba el lujo de rechazar publicidad, sencillamente porque no
tenía más espacio, ahora sus páginas parecen un desierto donde de pronto
aparece un aviso, y pare de contar.
Ya se habla de inmensas pérdidas, sin que se vean respuestas
positivas que enderece el mercado. Eso fue previsto en forma muy sabia por la
familia Santos, que se apresuró a vender cundo se venían los primeros
coletazos. A esto le podemos agregar, la huida de los eternos suscriptores por
el cambio de dueño y de orientación política.
Son explicables las reacciones de personas como Abdón Espinosa, acostumbrado
a su viejo periódico liberal, al tomarlo en sus manos en la nueva diagramación
con el nombre en color azul, como si se tratara de El Siglo. Esto es muy duro.
El caso de El Espectador también es diciente. De ahí que en
su edición del domingo se desquite, cobrando por ejemplar más que el Tiempo y
además, dedicar medio periódico a la publicidad más barata.
Menos mal que los dos
periódicos pertenecen a los empresarios más ricos de este país y pueden darse
el lujo de absorber pérdidas cuantiosas.
Ahora, si miramos a los diarios de provincia podemos decir
lo mismo. Hay que ver el caso de El Colombiano que se embarcó todavía peor,
pues se pasó de un formato universal a uno más pequeño que viene a minimizar la
estampa del periódico.
Así podríamos hacer un recorrido por todo el país para
encontrarnos con la misma realidad. En
el caso de El Tiempo es importante resaltar el cambio de diagramación último, en donde la sangría vuelve a ocupar
su lugar y permite la respiración del periódico. Trae muy buena información,
como textos largos, de muy buena factura. Pero se echa de menos la publicidad
que es la que sostiene el negocio.
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