miércoles, 11 de abril de 2018
CON ESOS AMIGOS…
POR: RAUL PACHECO BLANCO
Nunca habíamos presenciado un caso igual al que soporta
actualmente Humberto de la Calle en su campaña presidencial, cuando su
patrocinador y jefe de debate, el expresidente César Gaviria, no expresa ningún
tipo de entusiasmo con esa candidatura. Es así, que se declara vencido de
antemano y solo caben las alianzas que se puedan hacer en el futuro con el
candidato vencedor de mayo. Para eso se necesita que él continué de director
del partido liberal, para que negocie y se quede con la cuota que le corresponda
en el nuevo gobierno. Cuando se le pregunta sobre el origen de la candidatura
De la calle se hace a un lado y dice que no la patrocinó, que fue el partido
liberal el que lo escogió. Y que hay que reconocer que no ha habido química alguna
entre el pueblo liberal y esa candidatura, es decir, que la candidatura de De
la Calle no pegó. Y no es el momento de hacer alianzas, porque cuando hubo
acercamientos con Fajardo, éste se negó a trabajar con el partido liberal, cosa
que fue desmentida por el mismo Fajardo, quien señaló que el enemigo de esa
alianza era el mismo Gaviria, porque para esa época ya estaba en conversaciones
para el reparto de poder, con Duque. Así pues, para Gaviria la candidatura de
la Calle es una bobada y solo se justifica para que él, como jefe del partido,
pueda negociar con el nuevo gobierno. Por eso el afán de Cristo, cuando clamaba
en el Sinaí, que había necesidad de destituir a Gaviria de la jefatura del
partido, para llevar a alguien que verdaderamente quisiera trabajar para esa
candidatura, con alma, vida y sombrero y no con el desgano mostrado por el
expresidente. Y si De la calle hubiera quedado en manos de Juan Fernando
Cristo, es decir, el samperismo redivivo, le hubiera pasado lo mismo. Luego
tanto Cristo como Gaviria están de acuerdo en que quieren la jefatura del
liberalismo, que es la que da dividendos y no la irrisoria candidatura De la
calle que no la salva nadie, y no pasará
ni a la segunda vuelta. De la Calle es pues, una especie de Prometeo
encadenado, que no tiene otra alternativa que dejarse cocinar a fuego lento
hasta que lleguen las elecciones y pueda el partido liberal exigir su cuota de
gobierno. Con esa clase de amigos, para qué enemigos, dice el proverbio popular.
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