POR: RAUL PACHECO BLANCO.
La lucha de fondo se produce entre la opinión pública y el
poder. Mas ahora cuando ninguno de los
partidos obtiene mayoría y tiene que hacer coaliciones para ganarlo. De ahí que
las encuestas no miden una realidad que está en el fondo y que solo sale a
flote el día de elecciones. Por eso, si bien es cierto que la imagen de Germán
Vargas Lleras está muy deteriorada ante la opinión pública y ese fenómeno se ve
reflejado en la última encuesta, en cambio está muy bien parado ante el poder.
Por una parte, pertenece a una de las estirpes tradicionales, que viene desde
el siglo XIX, con dos presidentes a su favor y un tercero en juego para tratar
de ganarle a los Ospina, que son los únicos que hasta el momento han colocado tres
presidentes: los dos Marianos y el general Pedro Nel. Por otra, negoció su
posible candidatura en el periodo anterior con Juan Manuel Santos y de ahí que
éste le entregara varios ministerios, lo mismo que un amplio presupuesto para
hacer obras públicas, las cuales le sirvieron para tomar contacto con la comunidad y jalonar su presidencia. Y como
si fuera poco, de formar una coalición con el expresidente Uribe llegaría a ser imbatible. Por lo tanto, la imagen
negativa de los políticos en la hora de ahora, poco dice. Fijémonos que cuando
empezó la campaña a la presidencia, el candidato que punteaba las encuestas era
Gustavo Petro y su nombre no se mantuvo luego porque empezó la verdadera lucha en
que casi siempre se impone el poder sobre la opinión pública. Desde luego
sucede que en ocasiones se ponen de acuerdo las dos fuerzas y de ahí que logren
un liderazgo de mayor envergadura que permite hacer un ejercicio mejor del
poder. La imagen negativa de Vargas Lleras se basa en que su partido, Cambio
Radical, es el subcampeón de la corrupción, en que entró al gobierno, formó
parte de él y luego se salió al final por la puerta trasera, haciendo casi el
mismo juego que hizo Juan Manuel Santos con Alvaro Uribe, al tratar de ganarse
la opinión pública que se expresó libremente en el plebiscito cuando votó no.
Ahí trató de enlazar las dos fuerzas, el poder y la opinión pública, para que
su triunfo en las elecciones no tuviera problema alguno. Y no debemos olvidar
que nuestra democracia es eminentemente dinástica y que el turno presidencial
es predestinado.
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