POR: RAUL PACHECO BLANCO.
Uno se pregunta cómo un ciudadano austriaco sin más
pergaminos que su propia ignorancia, considerado “apátrida” en suelo alemán,
con deseos de ser un artista para quién le resulta esquiva la Universidad,
termina convirtiéndose en el amo y señor de todo un trecho de la historia de
Europa del siglo XX. Y a su vez se da cuenta de cómo las dos ideologías que
marcaban la pauta en esos comienzos de siglo y que lograron ilusionar a los
partidos para llenarlos de sabias ideológicas, me refiero al nazismo y al
comunismo, vinieron a correr la misma suerte: su desaparición. Primero la fascista
o nazista y luego el comunismo. Había más aliento ideológico en el comunismo y
de ahí que perdurara su influencia, porque el fascismo se alimentaba de
nacionalismo. Incitando al pueblo italiano a su resurgimiento en la búsqueda de
un nuevo Renacimiento y en el caso alemán de buscar todas las posibilidades del
pueblo ario, con acento en la superioridad racial. Ian Kershaw en su
completísima biografía sobre Adolfo Hitler (Planeta, 2016) nos lleva de la mano
para adentrarnos en el proceso de la aparición y formación del “monstruo” que
se apoderó de la Alemania de comienzos de siglo. Y nos deja como lección, para
que aprendamos el resto de países, que pueden presentarse circunstancias tales,
como era el caso de Alemania luego de la primera guerra mundial, con un país devastado,
unos partidos políticos desprestigiados, un centro industrial en peligro buscando
algo que lo mantuviera ante el peligro que significaba para el capital la amenaza
comunista, un ciudadano del común esperando un
mesías que le aliviara la pesada carga en que se había convertido su
vida. Los objetivos principales como acción de gobierno estaban basados en la
persecución a los judíos, en el “espacio vital”, para lograr territorios
pertenecientes a Rusia con el fin de incorporarlos a sus propias necesidades, y
la lucha contra el comunismo. Otro de los aspectos centrales del periodo hitleriano fue el culto al Führer,
empezando con el saludo del brazo en
alto, el desfile de sus seguidores como si se tratara de un personaje sagrado,
en un día especial a la semana, para que
el pueblo pudiera tener contacto con él. Y la absorción de los poderes. Primero
fusionar los de jefe de estado y de gobierno, a la muerte de Hindenburg y ,luego,
sacando de taquito la constitución alemana, creando la ley habilitante, que por
estos días está muy de moda en Latinoamérica.
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