POR: RAUL
PACHECO BLANCO.
Resulta muy aleccionador el libro de Víctor de Currea - Lugo
sobre el Estado Islámico pues despeja muchas dudas con relación a la política
del Medio Oriente. En primer lugar nos habíamos quedado con la teoría de Huntington
sobre la lucha de las civilizaciones y el choque de las religiones para entrar
a juzgarla. Y entonces sacábamos la conclusión de que el Islam se nos venía
encima para acabar con la civilización cristiana. Y, más, cuando periodistas de
todas partes nos hablaban de la primavera árabe como conquista de la democracia,
para darnos cuenta luego que si caían los dictadores no era porque se imponía
la democracia, sino regímenes de tipo religioso, en donde la democracia se
encuentra ausente. Todo lo envuelve la cruenta lucha que sostienen chíitas y
sunitas, los primeros seguidores de Ali, pariente de Mahoma y los segundos
seguidores directos de Mahoma. Pero además, Currea hace ver los errores que han
cometido las grandes potencias luego de las guerras mundiales, cuando armaban
países a su antojo, así fueran viables o no, bien sea por razones religiosas o étnicas, porque lo importante era armarlos a
como diera. Es decir, lo mismo que sucedió con la antigua Yugoslavia, cuando
fueron amontonados muchos países para entregárselos al mariscal Tito, quien en
base a una dictadura férrea, mantuvo la unidad por lo menos mientras él vivía. En
Irak, por ejemplo, lo formaron en base a Mosul, una ciudad de dos millones de
habitantes, de mayoría kurda, para añadirle luego como capital Bagdad, de
mayoría sunita y Basra al sur, de mayoría chiita. Es decir, todo un polvorín
que en cualquier momento podía explotar. Cuando cayó el gobierno de Hussein Estados
Unidos impuso un gobierno formado por chiitas y kurdos, que luego se dedicaron
a combatir a los sunitas de Bagdad. Esas
las razones de la formación del estado islámico y que tiene como asiento
territorial la región de Ebron, que es una tercera parte del territorio de
Irak. Plantea de Currea la forma de combatir el estado islámico en base a cortar
las ayudas que vienen de Arabia Saudita, no importar petróleo de Irak, apoyar a
los refugiados, entre otras soluciones. Lo cierto es que resulta muy aleccionador
el enfoque de Currea- Lugo para quitarnos de encima la satanización del
islamismo, que a su vez sufre de la tenaz división que soporta entre chiitas y
sunitas. Si se ha de dar la lucha de civilizaciones y de religiones, este no
sería el caso.
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